Roberto Bolaño, ¿sujeto diaspórico? La primera característica que vamos a comentar tiene que ver con la «deslocación» como elemento aplicable a gran parte de la literatura hispanoamericana de las últimas décadas, esta «deslocación» resulta perfectamente aplicable a Roberto Bolaño, quien renegaba de la categoría de «exilio», ya que para él, en realidad el exilio es la medida de toda la literatura, en el sentido de que la única patria posible para un escritor-lector es la biblioteca. En la escritura se trabaja con el recuerdo, con la memoria de un espacio-tiempo que no está presente.
El viaje, la diáspora, es algo habitual en los escritores, y la etiqueta de «exilio» tiende a lo melodramático y emotivo. Es cierto que esta etiqueta es productiva para estudiar ciertas épocas de América Latina, pero también es cierto que, en la actualidad, la idea del «sujeto diaspórico» resulta cuando menos supérflua en tanto mecanismo o concepto teórico.
La acción se desarrolla en México en diferentes épocas y ciudades, en Chile, en Nicaragua, en París, en diversas ciudades de España (de Galicia y Cataluña), en África (donde Bolaño-Belano trabaja como corresponsal para un periódico español), en EEUU, etc. Es una novela eminentemente urbana, y México DF es la ciudad retratada con más exactitud, ya que es el origen del grupo real visceralista, aunque el itinerario de los miembros del grupo aparece recreado con gran detallismo. Se recrea la UNAM, pero también otras zonas de la ciudad, con sus barrios residenciales, sus áreas más costumbristas y sus bajos fondos, donde se practica la prostitución y son comunes los proxenetas armados.
Estructura y técnica del «falso documental». La novela está construida en tres partes. En la primera parte se describe el ambiente «underground» del México DF a mediados de la década de 1970, donde un grupo de poetas outsiders luchan por abrirse paso a la contra de los estilos «oficiales»: los poetas campesinos, abanderados de la Revolución, los poetas de la derecha, y Octavio Paz, cuyo magisterio en la literatura mexicana los impele a atacarlo, boicoteando sus recitales y conferencias.
La novela comienza exactamente con una descripción de los talleres literarios alrrededor de la UNAM, contra los cuales los poetas real visceralistas dirigen su repulsa, concentrando sus ataques, en un primer momento, en el taller de Julio César Álamo, alter ego del escritor mexicano Juán Buñuelos. Los poetas quieren romper con la tradición literaria mexicana. Pero nada más lejos de la realidad, frente a esta aparente ruptura, tenemos más bien una selección de las influencias, sin ir más lejos, Bolaño dirige su mirada hacia la vangurdia mexicana y ante la disyuntiva entre «contemporáneos» y «estridentistas» opta por los segundos. Esa elección determina una de las tramas estructurales de la novela, la búsqueda de Césarea Tinajero (Concha Urquiza), insinuada en la primera parte, que ocupa los tiernos episodios de su amigo Amadeo Salvatierra (segunda parte), y que es el eje de la última parte. Esa poeta cuya obra parece reducirse a un críptico poema visual, sin más palabras que las del título y que, cuando por fin es encontrada, muere llevándose sus secretos a la tumba, más aún, dejando al poeta García Madero como único depositario de sus cuadernos.
Mientras que la última parte es la continuación cronológica de la primera, la segunda parte, intercalada entre ambas, es la más extensa, y pone en juego un interesante ejercicio narrativo, podemos denominar la técnica utilizada como «falso documental». Los personajes centrales, el grupo originario del real visceralismo (Ulises y Belano), aparecen retratados por diferentes personas en múltiples monólogos que avanzan cronológicamente, aunque los espacios sean múltiples y el tiempo, en ocasiones, experimente retrocesos. El arco temporal abarca desde 1976 hasta 1996. Belano y Ulises Lima no tienen voz en estos monólogos, mejor aún, si la tienen, es de manera indirecta a través de lo que esos personajes dicen que ellos, o de lo que, en algún momento, dijeron.
Los testimonios son, en muchos casos, contradictorios y se aprecia una cierta mitificación, positiva y / o negativa, de estas dos figuras centrales, fundadoras del real visceralismo. La última parte de la novela retoma exactamente el momento en que se corta la primera parte, con Belano, Ulises, Lupe y García Madero saliendo de México DF, se trata de una suerte de road movie hacia los desiertos de Sonora, en busca de Cesárea Tinajero y en la cual, los cuatro personajes son perseguidos por Alberto, el «padrote» de Lupe.
Se trata, como hemos dicho, de una novela con múltiples perspectivas, lo que provoca la selección de tantos idiolectos como personajes, ya que cada personaje, de acuerdo a su procedencia, a su experiencia vital o a sus peculiaridades fisiológicas, tiene una forma de hablar determinada. Es esta multiplicidad de personajes lo que provoca la gran expresividad del lenguaje en la novela. En este sentido, podemos citar uno de los parlamentos del personaje Bárbara Patterson:
Viejo puto mamón de las almorranas de su puta madre, le vi la mala fe desde el principio, en sus ojillos de mono pálido y aburrido, y me dije este cabrón no va a dejar pasar la oportunidad de escupirme, hijo de su chingada madre. Pero yo soy tonta, siempre he sido una tonta y una ingenua y bajé la guardia. Y pasó lo que pasa siempre. Borges. John Dos Passos. Un vómito como al descuido empapando el pelo de Bárbara Patterson. Y el pendejo encima me miró como con pena, como diciendo estos bueyes sólo me han traído a esta gringa de ojos desvaídos para cagarle encima, y Rafael también me miró y ni se inmutó el enano ojete, como si ya estuviera acostumbrado a que me faltara el respeto cualquier viejo rancio de pedos, cualquier viejo estreñido de la Literatura Mexicana. Y luego va el viejo puto y dice que no le gusta el magnetófono, con lo que me costó conseguirlo, y los lambiscones dicen okey, no hay problema, redactamos aquí mismo un cuestionario, señor Gran Poeta del Pleistoceno, señor, en vez de bajarle los pantalones y meterle el magnetófono por el culo.
En la novela, por lo tanto, se entremezclan realidad y ficción, se trata de un homenaje sin paliativos ni endulcoramientos de Bolaño a aquella generación de poetas adolescentes a la que perteneció. Aparecen sus bajezas más deleznables, sus titubeos y dudas, sus momentos de grandeza y esplendor. Se recrea también su horizonte de referencias y modelos, desde la generación beat hasta el poeta Bulteau y su Manifiesto eléctrico, pasando por los estridentalistas mexicanos. En este sentido, entre la aparente des-politización de la mayor parte de los personajes, aparece la sombra de la Revolución cubana y la emancipación latinoamericana, sobre todo en el episodio del viaje de la comitiva de escritores mexicanos a Nicaragua, país que en ese momento estaba inmerso en su periodo revolucionario.
Novela-ensayo. En la novela, como corresponde a una ficción acerca de la vida de un grupo de jóvenes escritores, encontramos en varias ocasiones un claro estilo ensayístico, a veces parodiado (como ocurre en la catalogación de los poetas contemporáneos en «maricones», «locas» y «mariquitas» –que nos recuerda al donoso escrutinio del Quijote–, donde se califica a la novela de heterosexual, a la poesía, frente a la novela, de homosexual, y al cuento de bisexual, p. 83), y, sobre todo, cuando se trata de emitir juicios acerca de la tradición literaria, lo cual viene dado por la selección de los personajes, casi todos ellos relacionados con el arte y, especialmente, con la literatura. La actitud de estos jóvenes poetas es antisocial y mantienen en todo momento una actitud de outsiders, son los exponentes de la contracultura y por eso se les identifica en varios momentos con la beat generation. Consumen y trafican con drogas, y casi nunca tienen dinero.
En este contexto hay que entender el boicot al gran poeta mexicano Octavio Paz que, hacia el final de la segunda parte, en el parlamento correspondiente a Clara Cabeza, secretaria de Paz, se presenta como una pose antisocial más que un convencimiento argumentado. Se le ataca porque representa el arte institucionalizado, no por la calidad de su obra. Es el grito rabioso de un colectivo al que se le cierran todas las puertas por su esencia subersiva. Representan la periferia de la cultura, pues los infrarealistas no entran en los cánones establecidos. En este sentido, la poesía aparece definida, más que cualquier otra cosa, como una forma de vida, una actitud, y no tan sólo escritura.
El sexo. En la novela es muy importante el papel del sexo, aunque los dos personajes principales, envueltos en un halo de ambigüedad, sean calificados en algunas ocasiones de asexuales (y en otras de homosexuales). Dos de las mujeres del grupo se entregan a la promiscuidad, el caso de María Font es el más notable, ya que acaba acostándose con gran parte de los poetas real visceralistas. El grupo se caracteriza por las relaciones endogámicas. Uno de los personajes de la novela es la prostituta Lupe, que le sirve a Bolaño para reflejar el mundo del proxenetismo en el México DF. Varios de los personajes son reconocidamente homosexuales, cuestión que se trata con la mayor naturalidad, aun cuando algunos personajes manifiesten una actitud abiertamente homofóbica. En este sentido, trazando otro paralelismo con la beat generation, es de sobra conocido el papel de la homosexualidad y la libertad sexual en los autores beat.
Ulises Lima. Este es el personaje central de la novela, su nombre real fue Mario Santiago Papasquiaro. Se trata de un extraño personaje que hizo de su vida un acto poético: «si he de vivir, que sea sin timón y en el delirio». Consumidor habitual de drogas, bohemio y pobre de solemnidad, el propio Bolaño dijo de él que no paraba de leer ni cuando se duchaba, por eso cuando le dejaba libros se los devolvía siempre mojados. Vivía en pensiones lúgubres y viajó como un vagabundo por muchos países: Israel, Francia, Nicaragua… Poeta magnífico, su obra no fue reconocida hasta después de su muerte. Desprende una aureola de fatal atracción, y no deja indiferente a nadie. En torno a él gira gran parte de la novela.
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