Publicada originalmente en 1966, la obra fue reeditada en 1997 por Anagrama, lo que le dio una proyección internacional. A partir de este momento, el nombre de Lemebel sonó con más fuerza a ambos lados del Atlántico.
Esta obra, actualmente objeto de estudio de las teorías Queer y de los estudios de género, aunque es contemporánea del Boom, anticipó algunas de las tendencias de la literatura hispanoamericana actual. Pese a ser el segundo libro publicado por Lemebel, la obra, un conjunto de crónicas, ha sufrido grandes modificaciones. De hecho, en su edición actual recorre el ambiente del travestismo durante la Dictadura de Pinochet y en la transición a la democracia.
Loco afán es una obra interesante por varios motivos:
1. El tema: las vicisitudes de la homosexualidad y, en concreto, el travestismo, en diferentes etapas de la historia reciente de Chile. La llegada de Estados Unidos del SIDA y su irrupción en el ambiente homosexual chileno.
2. El estilo: un estilo que mezcla el tono periodístico con un lirismo que une lo bajo y lo popular con lo culto y lo elevado. Vocablos propios de la jerga de la calle y el idiolecto de los travestis se entrelaza con las referencias a la música popular, al léxico religioso y al militar, ofreciendo un estilo neobarroco que se anticipa en el tiempo a las obras de Severo Sarduy y otros autores.
3. La modalización narrativa: el sujeto se incluye entre los personajes que retrata, tenemos entonces un narrador testigo, que dice haber vivido en primera persona los hechos que cuenta, y que conoció personalmente a cada uno de los travestis y personajes que recorren la obra. Esto potencia el tono lírico, y contribuye a realizar retratos de una gran humanidad.
4. La recreación del ambiente cultural: por la obra pasan los referentes culturales más importantes de la época que se recrea. Los mitos cinematográficos y del mundo del espectáculo en general, especialmente de EUA, y las modas y estilos sucesivos a lo largo de varias décadas. Pero también el folklore y la música tradicional hispanoamericana, en forma de tangos, boleros y diferentes manifestaciones culturales.
Todo ello convierte Loco afán en una obra insólita, narrada con una sensibilidad extraordinara. El muestrario o colección de pequeñas biografías le sirve a Lemebel para pintar un fresco de los usos y costumbres de Santiago de Chile en diferentes períodos históricos. Durante la época de la Dictadura, por las calles de ciertos barrios y por las casas de travestis transitan los militares después del toque de queda. La represión de la homosexualidad invocada por la moralidad del régimen militar presenta, de este modo, una doble cara. Los mismos que propinan palizas a los travestis que se encuentran en la calle por las noches, entran clandestinamente en los burdeles para solicitar sus servicios, allí se entregan a orgías nocturnas mientras en el exterior resuenan los tiroteos, las redadas y las palizas. Pero la vida continúa pese al estado de excepción. Las locas de Loco afán son, según el autor, un especimen en vías de extinción, diezmado por la acción del SIDA y compitiendo contra nuevos patrones de homosexualidad importados desde los EUA. Describiendo una fotografía del fin de año de 1972, justo antes del golpe militar, Lemebel explica esta idea, a la que volveremos al final del artículo:
Antes de que el barco del milenio atraque en el dos mil, antes, incluso, de la legalidad del homosexualismo chileno, antes de la militancia gay que en los noventa reunió a los homosexuales, antes que esa moda masculina se impusiera como uniforme del ejercito de salvación, antes que el neoliberalismo en democracia diera permiso para aparearse. Mucho antes de estas regalías, la foto de las locas en ese Año Nuevo se registra como algo que brilla en un mundo sumergido. Todavía es subversivo el cristal obsceno de sus carcajadas, desordenando el supuesto de los géneros. Aún, en la imagen ajada, se puede medir la gran distancia, los años de la dictadura que educaron virilmente los gestos.Se puede constatar la metamorfosis de las homosexualidades en el fin de siglo; la desfunción de la loca sarcomida por el sida, pero principalmente diezmada por el modelo importado del estatus gay, tan de moda, tan penetrativo en su tranza con el poder de la nova masculinidad homosexual. La foto despide el siglo con el plumaje raído de las locas aún torcidas, aún folclóricas en sus ademanes ilegales. Pareciera un friso arcaico donde la intromisión del patrón gay todavía no había puesto su marca.
Las «locas», como un grupo de activistas frente a la hipocresía social, salen a recorrer las calles, ofreciendo sus servicios a los chilenos y a los gringos que llegan con fajos de dólares. En las arterias de la noche, el virus del sarcoma, el SIDA, se transmite subrepticia y silenciosamente en el contacto de los cuerpos. Uno de los lazos en común entre los personajes, es la degradación física, que en algunas se presenta en forma de delgadez enfermiza cercana a la estilización, en otras en la caída del pelo y la hinchazón del vientre, pero que en todos los casos conduce a una muerte prematura. Pero estas «divas» dejan el mundo con una sensación positiva, pues han vivido el presente.
Estas «locas» (La Chumilou, La Regine de Aluminios el Mono, La Madonna, Loba Lamar, Nalgas Lycra, y tantas otras) tienen mucho de heroico y han sido pioneras de la liberación sexual, una liberación que, pese a estar al tanto de las tendencias estadounidenses, tiene la marca del estilo latinoamericano, como el autor se encarga de mostrar en varias ocasiones. Frente al culto de los cuerpos musculosos y la «masculinidad» de la homosexualidad de que hace gala el colectivo gay en EUA –tradicionamente con un buen nivel adquisitivo–, estas locas, que pertenecen a las clases medias y bajas de la sociedad, tienen una gran cercanía con el pueblo. En los tiempos de Unidad Popular y de Allende, muchas de ellas empatizaban con los obreros, y en los tiempos de la Dictadura, pese a no compartir las ideas ni las acciones de la Dictadura, cobijaban en sus camas a los militares, adaptándose a las circunstancias. Saludaron la llegada de la democracia, con sus promesas de libertad, y sufrieron la pervivencia de una moralidad fuera de uso que continuó censurándolas incluso años después del fin de la Dictadura.
El contexto urbano aleja esta obra de las novelas del Boom y del realismo mágico. La irrupción de los medios de comunicación de masas, la búsqueda de la identidad del sujeto en la metrópolis latinoamericana, la conciencia del subdesarrollo y del incipiente despegue económico, el pastiche, la fusión de ensayo, crónica periodística y novela convierten Loco afán y otros libros de Pedro Lemebel en precursores de un nuevo estilo posmodernista, post-Boom, neobarroco o como quiera llamársele, un estilo que comienza a despuntar a finales de la década de 1970.
Es una literatura suburbial, la quintaesencia de un destilado anal y, sin embargo, sublime. Una mixtura que recuerda al Quevedo de Las desgracias del ojo del culo, pero sin la mala leche del poeta barroco, con una sensibilidad, una empatía y un amor por el prójimo que no se pueden imitar, que brotan de lo hondo de un ser humano singular. Por las páginas de Loco afán, como si de una guía del sexo travestido se tratase, pasan discotecas, calles, barrios marginales, zonas portuarias. Una topografía de la homosexualidad que invita a transitar por el escenario de una realidad ya desaparecida:
Al borde de la alameda, casi topándose con la iglesia colonial de San Francisco, la disco gay luce su ala meada en el neón fucsia que chispea el pecado festivo. La invitación a bajar los peldaños y sumergirse en el horno multicolor de la fiebre music que gotea la pista […].
Apuradamente felices, llegan cotorreando cada noche a la catedral dancing, instalada en un subterráneo que ocupaba un cine de Santiago, donde quedaron los frisos etruscos en dorado y negro, las columnas helénicas y ese tufo a felpa mojada que pega fuerte cuando se cruza la puerta donde un hombrón controla el ingreso. En ese lugar, los cafiches revolotean en torno a los gays para que les paguen la entrada. «Adentro nos arreglamos», susurran en las orejas con aritos. Pero los gays saben que una vez adentro, «si te he visto no me acuerdo.
En Loco afán, se establece en varias ocasiones, como hemos visto, la diferencia entre dos tipos de homosexualidad, el de las «locas» o travestis, y el de los homosexuales con conciencia ideológica de su condición. Ambos confluyen en discotecas como descrita en el anterior fragmento. Lemebel ve en el segundo tipo de homosexualidad una acción uniformadora de los otros subtipos. Con su capacidad de militancia política, este grupo impone, según Lemebel,
estilos de vida y una filosofía de camuflaje viril que va uniformando, a través de la moda, la diversidad de las homosexualidades locales, si no fuera porque aún sobrevive un folclor mariposón que decora la cultura horno, delirios de faraonas que aletean en los espejos de la disco, ese Last Dance que estrella los últimos suspiros de una loca sombreada por el sida, si no fuera por eso, por esa brasa de la fiesta cola que el mercado gay consume con su negocio de músculos transpirados.
Podemos apreciar como, para Lemebel, el prototipo del gay de origen norteamericano, con su culto al cuerpo y su militancia política, con su creación de guettos y su imposición de modas, no se aviene muy bien a la libertad proteica de las locas, a las que relaciona con la mala vida e incluso con el folklore nacional. Ellas serían, según este punto de vista, las verdaderas transgresoras.
Pedro Lemebel, con las performances de las Yeguas del Apocalipsis y sus libros, ha sido, y es, un personaje transgresor. A ello suma una vasta cultura y una prosa excelente. Puede ser considerado uno de los mayores renovadores de la narrativa hispanoamericana. El mensaje de sus performances y sus libros combate la «decencia», ese hipócrita concepto que pone límites a la diversidad y que aboga por lo uniforme. Desde este punto de vista, su discurso coincide con la idea del multiculturalismo y las teorías acerca de la «diferencia». No se trata de uniformar lo diferente, ni de fomentar los guettos, sino de integrar en la sociedad la diversidad de opciones respetando las diferencias. Claro que esto nos llevaría a unas divagaciones que no caben en este artículo, ya que desde Latinoamérica surgen voces que matizan el multiculturalismo, como la de Néstor García Canclini, para quien existe en nuestra época una posmodernidad y una posmodernidad periférica: la de los países subdesarrollados o en vías de desarrollo. De manera que, el travesti de las calles de Santiago de Chile, en cuanto sujeto subalterno, carga sobre sus espaldas una doble estigmatización, la de ser diferente desde el punto de vista del género y por su condición de sujeto latinoamericano.
* Blog con textos de Lemebel
http://lemebel.blogspot.com.br/2006/03/las-joyas-del-golpe.html
* Loco afán, leer la obra
http://issuu.com/huije/docs/pedro_lemebel_-_loco_af_n
* Otros documentos de Pedro Lemebel
http://www.memoriachilena.cl/temas/dest.asp?id=pedrolemebel%281955-%29loco
*Artículo interesante
http://www.elboomeran.com/upload/ficheros/noticias/lemebel.pdf
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