Una transición (no tan) bien engrasada
Ambientada en 1976, en los últimos estertores del franquismo. A través de un relato policíaco, el autor nos conduce por vericuetos intrincados en comisarías y cuarteles, donde las Fuerzas de Seguridad del Estado, el Ejército, y los Servicios de Inteligencia experimentan un proceso de transformación desde unos hábitos autoritarios muy arraigados tras cuarenta años de dictadura, a una serie de métodos y tecnologías que implican también un nuevo modo de trabajar. Como siempre que una estructura se remueve, surgen problemas de todo tipo, pero el principal tiene que ver con una necesaria depuración de los efectivos, depuración que, al no llevarse a cabo, mantiene latentes los conflictos. El contraste entre los antiguos agentes y los nuevos no puede ser más claro, por eso el protagonista los describe de manera irónica:
Los enviados por la brigada de Málaga eran dos niños clónicos de la Estrella de Hollywood recién llegados de la Guerra de las Galaxias. Delgaditos, peripuestos, con pinta de saber argumentar por la vía rápida pero de permanecer boquiabiertos, y hasta compungidos, si alguien les echaba unas lágrimas y les hablaba de las culpas de la sociedad en el delito.
Idealismo, demasiados escrúpulos, falta de experiencia, estos son los rasgos que para un agente curtido en el aparato franquista de posguerra, anunciaban una apertura y unas mínimas, incipientes y precarias garantías democráticas que no terminan de aceptarse en ciertos sectores de las Fuerzas de Seguridad del Estado.
Múltiples alusiones al descaro de los rojos y la dispersión moral de los jóvenes, entregados si no a la disidencia política, sí a las drogas blandas o duras, y anestesiados por un jipismo contradictorio. El ambiente social se completa con el acoso de ETA y las protestas de los policías que, irónicamente, recurren a las armas tradicionales de la izquierda y los proletarios: la huelga. Es el convulso período de la Transición que sucede a la muerte de Franco, cuando los grupos de ultraderecha salen sin tapujos a las calles y se entregan a una actividad hostil que no tiene reparos en recurrir a atentados y asesinatos, el aparato franquista se resiste a ceder y las negociaciones transcurren inmersas en un tenso ambiente. Los nuevos representantes politicos sacan la cabeza sin timidez, pero con el tacto propio del que sabe que el águila herido en cualquier momento puede soltar un zarpazo.
Por otra parte, se aprecia ya una tendencia de los altos cargos políticos y militares por la cual terminan sus carreras en el sector privado. Se trata de una tendencia muy común en la actualidad y que comienza en la última fase del franquismo.
El lenguaje: jergas, dialectos e idiolectos
Varios elementos en el plano del lenguaje dificultan la lectura de esta novela y, en cierto sentido, la alejan del gran público; diferentes registros, que van de lo culto a lo más coloquial; jergas e idiolectos varios; el lenguaje de la calle; la superabundancia de apodos, que se alternan con los nombres reales de los personajes y espacios. Todo ello complica en alto grado la comprensión cabal del texto.
La reconstrucción del ambiente de esta época decisiva de la historia de España, la Transición, pasa por la recreación de varios sectores de la sociedad, una sociedad compleja y en la que se mantiene latente un intenso conflict. Por una parte, siguen abiertas las heridas inauguradas en los prolegómenos de la Guerra Civil, y a eso se suma una revolución de las costumbres de tintes un tanto apolíticos, con la emergencia de todo un lumpen urbano antes inexistente, el cual se concreta en melenudos, proxenetas, hippies y pacifistas. La variedad de jergas e idiolectos responde a la necesidad de describir esta nueva realidad histórica.
Se trata de una tendencia característica en la narrativa hispanoamericana desde el Boom que se intensifica por el hecho de que el narrador sea el protagonista del libro, lo cual provoca en el lector la sensación de que existen diferentes perspectivas a la hora de interpretar la realidad. La realidad, por lo tanto, no es monolítica, es susceptible de diferentes interpretaciones encarnadas en los diferentes personajes.
Una novela negra
El desencanto ante una sociedad corrupta. La conciencia del policía de pertenecer a un engranaje mayor que lo utiliza y puede desecharlo en el momento menos pensado, los secretos y medias verdades del ámbito policial, las conjuras y conspiraciones veladas entre diferentes sectores del aparato represivo, las implicaciones políticas y el desenmascaramiento de redes de intereses en ayuntamientos y cabildos, los nuevos ricos del franquismo y las implicaciones internacionales de sus turbios negocios: la especulación inmobiliaria, la compraventa de armas y un sinfín de actividades ilícitas de hombres que recuerdan a los caciques de otros tiempos, asentados como reyes en sus feudos del sur, o del norte, en todo caso instalados en la periferia, bajo la parra acogedora de una casona de provincias.
Pájaro en una tormenta, bajo la apariencia y estructura de una novela policial, describe el ambiente real de aquellos años de cambio. Frente a los lugares comunes de la historia oficial, que hablan de una transición de guante blanco, civilizada y ejemplar, Isaac Montero descubre las grietas del discurso histórico y revive las rencillas, las reservas y reacciones al proceso democrático, sentando las bases de la democracia representativa actual, donde se mantienen ciertas tendencias históricas. Como corresponde al género de la novela negra, la estructura de la novela policial está al servicio de la descripción de una sociedad que deja mucho que desear, en este caso la España de los últimos años del franquismo.
La relajación de las costumbres, el comienzo del fin
He aquí que la camada de lactantes, niños de la posguerra tardía, superprotegidos y vigilados en su tierna infancia, empiezan a vislumbrar una libertad mal entendida y envasada en formatos audiovisuales made in USA.
El pelo largo, la irrupción incontenible de la homosexualidad latente, la moda del horóscopo y el Tarot, las drogas alucinógenas, la música rock, el destape en general se traducen en experiencias individuales inéditas en estas ibéricas latitudes. Ejemplo de ello es el típico personaje que representa al hijo del Guardia Civil o de la autoridad competente de turno, ese niñato que sale rana y en un nivel simbólico, concentra la intensidad brutal de ese cambio social. Este personaje, que responde en Pájaro en una tormenta al nombre de Hereu, lo encontramos también en varias películas de los ochenta y los noventa, por ejemplo en la saga de “el vaquilla” o en El pico uno y dos, naturalista descripción cinematográfica de la tensión generacional que se produce en los albores de la Transición, cuando el perro estaba a punto de soltarse, y ya amenazaba con morder la mano que le daba de comer.
Y en plan erótico festivo, Isaac Montero retrata también otros pormenores de esta relajación de las costumbres con la pareja que frecuenta el sexo en grupo y las citas a ciegas, igualmente implicados en el caso.
La cultura del espectáculo aparece en la novela asociada a los sectores emergentes de la sociedad de la época. Desde el punto de vista del protagonista, los nuevos agentes, que no están tan apegados a la ideología franquista, y que presentan una mayor preparación teórica, encarnan la irrupción de la sociedad del espectáculo, por ello aparecen asociados a películas de Hollywood como La Guerra de las galaxias. Sin embargo, el protagonista, policía de la vieja escuela, se siente superior a ellos porque posee la fuerza de la práctica, ya que se ha curtido en mil batallas. La teoría, según el Chino, no es nada si no va acompañada de la experiencia.
El otro sector emergente de la sociedad española de la Transición es el que representan las nuevas generaciones, los jóvenes encandilados por la sociedad del espectáculo, por los nuevos ídolos hollywoodenses y por el conglomerado músico-festivo de las bandas de rock psicodélico de los setenta.
Estos sectores emergentes, desde el punto de vista de la vieja guardia franquista, amenazan con destruir la sagrada unidad de la estructura franquista.
La complejidad de la trama y la proliferación de personajes
Por la novela transitan una infinidad de personajes de diferentes sectores de la sociedad, desde los altos cargos de las fuerzas del orden a los agentes que ocupan los escalafones más bajos de la jerarquía policial, pasando por los informadores y los chivatos, los infiltrados, los detectives privados que han abandonado el engranaje policial y trabajan ahora para la iniciativa privada, la apertura internacional del crimen organizado, los burdeles de lujo, las casas de citas e intercambio sexual, etc.
Cada uno de estos sectores está representado por uno o más personajes, lo cual acaba produciendo un complejo tejido argumental que, sumado a la compejidad en el plano del lenguaje, da como resultado una novela difícil y exigente.
Todo esto ha provocado que esta novela no haya llegado nunca al gran público, aunque hace unos años ha sido publicada en tapas duras por una colección de clásicos de un conocido periódico español. El inmerecido anonimato de esta novela responde a su complejidad estructural y a los diferentes niveles de lenguaje que pone en juego, algo que a priori no encaja con la elección de un género tan popular como la novela policial. De todos modos, Televisión Española la adaptó a la pequeña pantalla, aunque las críticas no fueron muy positivas.
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