viernes, 25 de marzo de 2016

José Louzeiro y la novela-reportaje ("romance reportagem")

            Preámbulo

            El bibliófilo empedernido siente un placer quasi insano manipulando aquella edición tan pulp de un libro setenteañero, ese tipo de ejemplar que generalmente yace en sebos y librerías de segunda mano, acumulando polvo al lado de ejemplares de Corín Tellado, ediciones de bolsillo de novelas cortas farwest, clásicos y obsoletas promesas de la ciencia ficción de los años cincuenta y sesenta. Colecciones acartonadas, corroídas por roedores ávidos de literatura y por la voracidad del moho, reediciones precarias hechas de mala manera y con prisas. Son ejemplares que se pueden comprar al kilo, de un real a cinco cada uno, más o menos treinta reales el kilo y medio. Las portadas coloridas representan un apasionado beso en un jardín voluptuoso, el primer plano de un cowboy apuntando al lector con su smith and Wesson en una planicie desértica y abrasado por el sol, o una nave espacial surcando el cielo de marte en busca de un futuro post-nuclear.



            Entre esos ejemplares, la mayor parte prescindibles, el frecuentador de sebos y librerías de segunda mano, como un arqueólogo amateur, siempre encuentra alguna pieza que exhumar, pero no posee el equipaje ni el instrumental necesario para tan delicada operación, por lo que es común verlo salir del sebo con la yema de los dedos ennegrecida y los ojos rojos, tosiendo sin parar, transportando quién sabe cuántos microorganismos huéspedes en sus pulmones y en su piel.

            El profesional de los libros entra en los inmemoriales depósitos herméticamente sellados de las monumentales bibliotecas nacionales, donde se guardan ejemplares de hace más de cuatrocientos años, equipado con guantes y máscara, y con lentes apropiados, no vaya a ser que algún virus letal, dormido por cientos de años, se despierte y entre por sus narinas, y arraigue en sus pulmones vírgenes, quién sabe por qué seculares o laicas manos, igualmente sucias, ha pasado. Sin embargo, el bibliófilo amateur puede ser un sujeto peligroso, pues, además de hospedar un sinnúmero de organismos parasitarios, atesorados en largas exposiciones a ambientes mórbidos, húmedos, de poca ventilación y llenos de bacterias que sobreviven y se reproducen impregnados en las páginas de libros editados hace décadas, tiene una clara tendencia a evadirse, naufragando en lugares a-temporales o llenos de objetos que pertenecen a tantos tiempos diversos que uno pierde la noción del tiempo y del espacio. En aquellos lugares cargados de memoria, el bibliófilo amateur entra contento, pero muy pronto se siente apesadumbrado por la ingente cantidad de libros que lo cercan. Al principio tímidamente, con mucho respeto, sin aproximarse demasiado, tantea uno u otro ejemplar, y cuando se da cuenta, lleva horas dentro de aquel museo popular. Saldrá al exterior aturdido y mareado, con ciertas ganas de vomitar, rascándose los ojos con el dorso de la mano o con el antebrazo, confiante en que en aquellas regiones de su cuerpo los gérmenes no se han posado. Emergerá, como el barco después de la tormenta, igual que el heroinómano tras un viaje de caballo, como el alcohólico que despierta después de una borrachera.

Capítulo uno

         Para encontrar ciertos libros de José Louzeiro será necesario recurrir a los sebos y librerías de segunda mano, allí no será difícil encontrar una serie de títulos que no han sido reeditados en largo tiempo, podrá recurrir también a la venta online, donde encontrará ejemplares varios, con diferentes vivencias y avatares, con leyendas  tranquilizadoras como:

LIVRO COM MARCAS DE MANUSEIO
UM POUCO AMARELADO PELO TEMPO
OPORTUNIDADE ÚNICA
MELHOR PREÇO DO ML
FRETE R$ 7.00

Seguramente encontrará en primer lugar la novela Lúcio Flávio. O passageiro da agonia (1976), un libro fatalmente famoso porque el protagonista, Lúcio Flávio Vilar Lírio, fue un criminal que, en los años setenta, acaparaba las portadas de los diarios sensacionalistas y las páginas policiales por sus atracos a bancos y sus espectaculares fugas, un tipo violentamente libre que tuvo en vilo a las autoridades durante mucho tiempo. La novela, un ejemplo de "romance reportagem" (novela reportaje), recupera la tradición de A sangre fría, de Truman Capote, con el sello del mejor triller y con detalles de la novela policial, que, en el caso de Brasil, tiene como exponentes, entre otros, al Rubén Fonseca de Bufo y Spallanzani y Agosto, o, con otro registro, al Tabajara Ruas de A região submersa y O detective sentimental.

            José Louzeiro, periodista y guionista de cine y televisión, conocedor de los entresijos del periodismo de investigación, extrapola el género del reportaje a una región literaria donde todo tiene cabida por obra y arte de la ficcionalización de las emociones y avatares sentimentales de los personajes. Así es la novela, el género proteico y maleable donde todo tiene cabida. La gran mayoría de sus obras tendrá como base una historia real publicada en periódicos y magazines con anterioridad.



Capítulo dos

            Por aquel entonces, décadas de 1970 y 1980, en otras regiones del mundo estaba sucediendo un fenómeno similar. Por ejemplo, en España, donde en la fase final de la dictadura franquista, la censura empezaba a mostrar síntomas de laxitud. En ese contexto, la narrativa un tanto épica de las vicisitudes de anti-héroes populares, casi siempre criminales de poca monta, generalmente drogo-dependientes, servía de pretexto para describir los hábitos totalitarios y represivos de las Fuerzas de Seguridad del Estado. El anti-héroe de los setenta arriesgaba su vida por mero instinto de supervivencia, enfrentándose al statu quo y a las fuerzas policiales hasta que el cuerpo aguantasen, o hasta que, en el lugar menos pensado, lo acribillasen a balazos. Es el sino trágico de este tipo de anti-héroe, que siempre acaba de la peor manera posible. Ahí están Juan José Moreno Cuenca, "el vaquilla", y Ángel Fernández Franco, "el torete" que protagonizaron varias de películas inspiradas en sus propias andanzas. Constituyeron todo un fenómeno social, como demuestran las canciones que grupos como Los chunguitos o Los chichos  les dedicaron, describiéndolos, precisamente, como anti-héroes, vidas (no tan) perdidas de individuos entrañables y de buen corazón, entregados a la vorágine de vivir.



            Algunos autores, como Idelber Avelar, en Alegorías de la derrota. La ficción post dictatorial en América Latina, han visto en este tipo de obras, la representación del complejo de culpabilidad de una burguesía que, durante largo tiempo, había aceptado e incluso alentado a la dictadura. La burguesía recibiría, entonces, estas obras como un bálsamo y como un trago amargo que habría que pasar para saldar las cuentas de la conciencia, supondría, en definitiva, una especie de "compensación simbólica" que actuaría de forma ciertamente inconsciente y subliminal, por medio de complejos procesos psicológicos y cognitivos, en el plano individual y también en el plano colectivo.

            Esta compensación simbólica que tuvo lugar en ciertos géneros literarios de finales de los setenta y principios de los ochenta tuvo su culminación directa en el auge de un cine de corte neorealista, muy cercano del género documental, donde se ficcionalizaban las aventuras y desventuras de estos anti-héroes. En el caso de José Louzeiro, varias de sus novelas-reportaje fueron adaptadas al cine, con resultados dispares, en películas que desmantelaban la estructura narrativa de los textos originales en favor de un lenguaje audiovisual más directo y crudo, donde la expresión de los avatares psicológicos del personaje perdían fuerza, mientras que la crudeza visual de la violencia y del sexo, en cuanto crítica a la sociedad de la época, ganaban más espacio.

Capítulo tres

            En O estranho hábito de viver (1978), José Louzeiro aprovecha la figura del protagonista, Toninho, para regalarnos una impresionante estampa de la ciudad de Rio de Janeiro, con todo lo que de amable y de odiable pueda tener la mítica Rio de Janeiro de aquellos años. El protagonista, oriundo del Morro da Babilônia, entre Botafogo y Copacabana, desciende desde el "tercer estado" (utilizando un término galdosiano) favelado al más importante centro simbólico del Brasil cordial y turístico, donde las playas con sus mulatas y sus turistas, están rodeadas de bares y panaderías, de quioscos de prensa y edificios clásicos. Por aquel submundo pululan también obreros nordestinos, prostitutas, travestis, porteros de edificio y taxistas, entre otros. La novela, que tiene como principal hilo argumental el asesinato en serie de taxistas por la noche, pone en juego también la descripción de la vida nocturna de la ciudad, por cabarets y barras americanas. La noche, como contrapunto del día, desata las pasiones y los hechos delictivos se concentran en ese ámbito, así como la pasional relación de amor entre el protagonista y la bailarina de cabaret. Durante el día, el anti-héroe se comporta como un ciudadano de bien, con hábitos metódicos donde nunca faltan un buen desayuno con café y tostadas, la lectura diaria de la prensa y, de vez en cuando, una visita a sus parientes y amigos en la favela. La favela en el "morro", y la agitada vida de las calles de Copacabana se articulan en una oposición paradigmática, el protagonista, al unir dos mundos irreconciliables, de usos y costumbres antagónicas, pero fatalmente obligados a interactuar, provoca y es víctima de los desajustes que se producen.

            La ciudad carioca es retratada con cierto pintoresquismo anacreóntico. Nos deslizamos por las páginas de la obra con gesto de voyeur, y, acompañando a Toninho, alcanzamos a vislumbrar sus ritmos paralelos y sus hábitos malsanos, una danza esquizofrénica de momentos trepidantes y escenas morosas, los rituales monocordes de la rutina y la impermeabilidad de las clases sociales, pero también las válvulas de escape (la violencia y el sexo principalmente) que permiten el mantenimiento de la convivencia cívica dentro de unos límites cuando menos soportables. Por otra parte, se refleja de manera magistral la sensación de vivir en una sociedad controlada y vigilada, donde el vecino, el portero del edificio o el dueño del quiosco pueden ser informantes de la policía, donde cualquier denuncia anónima, por descabellada que parezca, puede provocar la muerte de un ciudadano de a pié.



Coda

            Género de época, manifestación cultural, grito desgarrador de los tiempos oscuros, todo eso representan las obras de José Louzeiro y otras similares en lugares dispersos de diferentes países. Frente a la censura de aquellos tiempos, inmersos en dictaduras que, como grandes edificios acartonados, empezaban a resquebrajarse, estas obras reflejaban las tensiones de aquellos días: frente a la disciplina y la moral militar que regía la existencia y la convivencia ciudadana, la fuerza irreprimible de la lívido y el motor de lo irracional, rompiendo las compuertas del dique institucional. Tiempos de cambio, advenimiento de periodos transicionales que, a la larga, también serían traumáticos y tumultuosos, cuando los comportamientos sexuales y la violencia explícita tomaron las pantallas del televisor, y lo nuevo, tanto tiempo reprimido y aplastado por el yugo militar, encontró una salida al exterior.




Lúcio Flávio, O passageiro da agonia, filme completo.









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