Según Emmanuel Carrere, en la biografía novelada que escribió sobre Philip K. Dick, la obra de este escritor está determinada por un principio negativo que regiría nuestro mundo. Cuando K. conoce al obispo James Albert Pike, acusado de hereje e iconoclasta, y este le habla sobre los Gnósticos y los manuscritos del Mar Muerto, K. Siente que ha experimentado una revelación y una justificación para sus aspiraciones místicas y empieza a verse a sí mismo como una especie de iniciado, aspirante de profeta:
Fascinado por el hervidero escatológico del Oriente Próximo a principios de la era cristiana, Pike inició a Dick en la gnosis, afirmando que por muy poco no habíamos sido gnósticos en lugar de cristianos, y que, tal vez, con relación a la verdad, habíamos perdido con ese cambio. Exponía con fervor aquellas doctrinas extremistas y desesperadas, tan bien silenciadas por la ortodoxia cristiana, que muchas de ellas son conocidas hoy sólo gracias a los comentarios malintencionados de san Jerónimo. El cristianismo es ya una disidencia, pero los gnósticos son los disidentes de esa disidencia: espléndidos perdedores, sujetos de absoluta malignidad que siempre fascinarán a los francotiradores de la religión. Dick no podía dejar de entusiasmarse con maestros espirituales como Valentino o Basílides, cuyas doctrinas se basan en la intuición de que hay algo en el mundo que no funciona. Un mundo, sostienen ellos, que es a la vez una cárcel y una ilusión, un error y una jugarreta de un demiurgo cruel. Sin embargo, a quien tome conciencia y realice el arduo esfuerzo de permanecer despierto, le será posible remontar hasta la luz del verdadero Dios, a la sombra del cual el demiurgo nos tiene cautivos. Al oír y al leer todo esto, Dick comprendió que durante toda su vida había sido un gnóstico sin saberlo. Todas sus fibras de habitante del mundo-tumba se adherían a esta constatación, pero también quería creer en el remedio. Ahora bien, este remedio, este camino hacia la verdad y la vida, ¿acaso no era Cristo?
Emmanuel Carrère. “Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos.”
K. ya no era un adolescente en el ambiente de los años sesenta y setenta en California, sin embargo sus amistades eran, en su gran mayoría, jóvenes hippies. Más allá de la manía persecutoria y las paranoias de K., la Costa Oeste era un lugar vigilado y lleno de intrigas en aquella época, donde las fuerzas del gobierno trataban de controlar a través de un estado policial un brote demasiado intenso de libertad que amenazaba el modelo corporativo. Pero las sustancias que servían de trampolín para esa juventud desbocada e inexperta eran armas de doble filo que, después de abrirles las puertas de la percepción para que pudiesen conocer la estructura de la realidad, los dejaron física y psicológicamente dañados, a veces con secuelas irreversibles como si esa Epifanía, ese conocimiento último fuese tan deslumbrador que cegase sus espíritus para el resto de sus días, dejándolos inmersos en una catatonia total.
Todos sabían que los coches de la policía, en los barrios como el de Phil, eran las furgonetas Volkswagen estropeadas, decoradas con pinturas psicodélicas y conducidas por freaks barbudos. Todos sabían que los agentes de las brigadas de estupefacientes muchas veces se hacían pasar por camellos y vendían chocolate, y hasta caballo, lo cual constituía una buena cobertura y redondeaba sus sueldos. Todos sabían que algunos de esos agentes terminaban drogándose y, sin dejar de pertenecer a las brigadas, se convertían no sólo en prósperos camellos, sino también en yonquis. Todos sabían que algunos traficantes, bien para vengarse de gente molesta o bien temiendo una inminente detención, se convertían en espías de los agentes. Todos sabían todo esto, aunque no les ayudara a ver las cosas con más claridad. Todos, policías, camellos y drogadictos, cambiaban de papel según las circunstancias y según el papel que presumía que los demás tuvieran. Uno se sentía perdido.
Emmanuel Carrère. “Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos.”
Resulta interesante, por otra parte, la oscilación ideológica de K., entre la izquierda y el conservadurismo, su posterior conversión al catolicismo y la influencia que ejerce la figura de Nixon como contrapunto, su antagonista en una parte de su vida, así como la identificación entre ambos cuando los dos están postrados en una silla de ruedas:
El noticiario mostró unas imágenes escuetas y borrosas de Nixon en su finca de San Clemente. Una flebitis estuvo a punto de matarlo; a él también lo llevaban en una silla de ruedas. El operador de cámara lo filmaba desde tan lejos que era imposible verle la cara, sólo se veía una silueta atrofiada debajo de un gabán escocés. Dick volvió a llorar, de pena por sí mismo y por su viejo enemigo. La guerra había terminado y los dos volvían a encontrarse en el mismo punto. Ambos la habían perdido.
Emmanuel Carrère. “Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos.”
Ya en la última parte de su vida, K. abandona la novela y se retira a escribir miles de páginas (más de ochomil) de exégesis religiosa. Cree que Dios habla por su boca y escribe a través de su maquina de escribir, es decir, asume que ha sido llamado para actuar como un profeta:
Una de las pocas cosas que sabemos sobre la técnica de Dios es que siempre se manifiesta donde no lo esperamos. Es lo que Él mismo dice en Ubik, muy claramente: los mensajes de Runciter pasan a través de anuncios televisivos, de graffítis en los retretes, no a través de encíclicas. Al menos podemos estar seguros de que si Dios decidiera hablar a los hombres de hoy, no se dirigiría al Papa, ni a ninguno de sus representantes jurados. Y si por alguna razón de su incumbencia decidiera dirigirse a un escritor norteamericano, no serían ni Susan Sontag ni Norman Mailer, sino probablemente el más oscuro de los escritores de mala muerte que escribe en cadena novelas de cuarta que nadie se toma en serio.
Emmanuel Carrère. “Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos.”
La religiosidad está presente en esta novela. Incluso existe un concepto en la religión católica que se aplica a la obra de K., especialmente a Los tres estigmas de Palmer Eldritch. Se trata de la transubstanciación:
Transubstanciación. Del latín medieval transubstantiatio, -onis.
- f. Acción y efecto de transubstanciar o transubstanciarse.
- f. Religioso. En la doctrina católica, conversión de las sustancias del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Jesucristo.
El símbolo de la comunión con Cristo a través del pan y el vino sirve como substrato de Los tres estigmas de Palmer Eldritch, en la cual las personas acaban quedando enredadas en el entramado de visiones de la realidad virtual creada por un ser superior, en este caso Palmer Eldritch. La vida, por lo tanto, es una alucinación o un mero programa informático. En el caso de Los tres estigmas de Palmer Eldritch, la Comunión en lo divino no significa comunión con lo divino, pues Eldritch es un ser oscuro y manipulador. Las personas caen en su red virtual-divina y él juega con ellas. Sería, más bien, el demiurgo del que le hablaba el obispo Pike.
La ciudad distópica de Nueva York
La obra posee una primera escena cautivadora, que cumple el cometido de enganchar al lector desde el principio: Un ejecutivo de una empresa tecnológica se despierta con resaca y no recuerda nada de la noche anterior. En la cama, junto a él hay una mujer desnuda.
El personaje principal, Barney Mayerson, tiene un maletín personal con conexión 24 horas a su psicólogo personal. En algún momento se comenta que no puede vivir sin él. Puede verse aquí una anticipación de los dispositivos personales móviles (como los teléfonos inteligentes de nuestra época). En esto y otros detalles existe una transposición de las condiciones de existencia de K. a la ficción, pues fue visitante asiduo de especialistas en psiquiatría. Existe, además, un sistema de videoconferencia (“Videofoneame…”) y una prensa personalizada para cada ciudadano (“leyó su propio homeodiario matutino”). Esto nos recuerda los recientes motores de búsqueda inteligentes que, a través de logaritmos, deducen las noticias de tu interés.
Las condiciones del espacio en el que se desenvuelve la historia son las siguientes: en la Tierra se ha completado ya el derretimiento polar (playas en la Antártida), así que se sufre un calentamiento global (80 grados en Nueva York) que no permite exponerse al sol y para moverse de un lugar a otro es necesario utilizar en todo momento espacios climatizados. Existe, además, un rígido control de natalidad con la política de un solo hijo. En ese mundo, ya se ha aceptado la existencia de vida alienígena, en este caso unos seres provenientes del sistema Prox y que parecen haber suplantado la personalidad de Palmer Eldritch. Por otra parte, en la civilización descrita por Dick la colonización espacial ya ha avanzado mucho. Existen colonos en Marte, cuyo proceso de terrificación ya se ha completado. La colonia será el origen de todo el conflicto, a causa de la disputa entre la Can-D y la Chew-Z, dos líquenes que proporcionan una experiencia de translación a una realidad virtual y que han causado una fuerte adicción entre los colonos.
Desde el punto de vista narrativo, la lectura es fluida, en cierto sentido popular, pero sobre todo cinematográfica, con escenas rápidas y cambios de perspectiva. El transito entre mundos es constante, y es común la aparición de figuras espectrales y metamorfosis caprichosas. Una sucesión de simulacros que disloca el eje de la realidad haciendo que los personajes tengan dificultad para distinguir lo que es real de lo que es simplemente una ilusión.
Como en otras muchas obras, el género policial se integra sin dificultades en la ficción especulativa: un cargamento de droga requisado por el Departamento de narcóticos, la corrupción en la empresa PP, intrigas corporativas, la corrupción el Estado:
Era estúpido, en vista del hecho de que Equipos PP abonaba un enorme tributo anual a las NU para obtener inmunidad, pero una nave de guerra de la Oficina de Vigilancia de Narcóticos de las NU había secuestrado un cargamento completo de Can-D cerca del casquete polar ártico de Marte, por un valor de casi un millón de pieles, procedente de las plantaciones estrictamente vigiladas de Venus. Era evidente que el dinero de la comisión ilegal no llegaba a manos de las personas adecuadas dentro de la complicada jerarquía de las NU.
Los tres estigmas de Palmer Eldritch (1964), Philip K. Dick
Barney Mayerson, el personaje principal, es un “experto en las modas del futuro”. Posee lo que se denomina precognición, una habilidad que ha sido identificada en un reducido grupo de personas. Esta característica le permite acceder a imágenes del futuro en forma de titulares de homeodiario. Esta precognición puede desarrollarse también de manera artificial, gracias a un tratamiento denominado Terapia-E, el cual, ademas de expandir el cerebro provoca algunos danos colaterales, el mas visible de ellos una intensa hidrocefalia.
En cuanto a los personajes femeninos, observamos en general una hipersexualización que intenta ser sofisticada
—Señor Mayerson —dijo la recepcionista, que era más alta que Hnatt e impresionante con su vestido escotado hasta la cintura y sus talones estilo resorte, dirigiéndose al hombre sentado tras el escritorio—, éste es el señor Hnatt. Señor Hnatt, el señor Mayerson. Detrás de Mayerson permanecía de pie una joven que llevaba un suéter verde claro y con una cabellera totalmente blanca. Los cabellos eran demasiado largos, y el suéter demasiado ajustado.
Ídem
K. traslada los avatares de su vida sentimental a sus novelas, y los vaivenes de sus relaciones conyugales, sus escarceos amorosos, con explosiones de jubilo y grandes arrepentimientos, definen también la trama.
Falsificación y autenticidad
En ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (Do android dream of electric sheep?, 1968), Rick Deckar, un cazador de androides, todos los días consulta el catálogo de la tienda de animales, pues desea, por encima de todo, tener un animal real en la azotea de su casa. Ante la extinción en masa, el mercado de animales es muy popular, y Rick, cuya oveja eléctrica se ha estropeado, no quiere otro sucedáneo, sin embargo, necesita reunir mucho dinero para comprar un animal real. Para aquellos que no pueden permitírselo, están los robots hechos con tanto detalle que es difícil distinguirlos de los animales reales. He aquí el nivel del simulacro y falsificación, tan habitual en la obra de K. En otro relato conocido de K., Podemos hacerlo al por mayor para usted, el simulacro se extiende a la conciencia de un individuo. El anhelo del protagonista es viajar a Marte y ser un agente secreto, algo en principio inconcebible para un individuo sencillo como él. Por ello debe conformarse con un sucedáneo: unas memorias implantadas. Para ello recurre a una empresa especializada. A fin de cuentas, resulta que él, en realidad ya había sido un agente secreto infiltrado en Marte y el gobierno, por razones de seguridad, había borrado sus recuerdos. En Los tres estigmas de Palmer Eldritch observamos una tercera variante en el nivel del simulacro: el de la totalidad de lo real, gracias a la Can-D y la Chew-Z, sustancias que si bien actúan de una manera diferente, ambas proporcionan un simulacro de realidad, o una realidad virtual. Imposible no detenerse aquí un momento para comentar el hecho de que las grandes empresas globales están comenzando a diseñar un modelo de mercado para este campo incipiente de realidad aumentada y realidad virtual, por ejemplo, los diferentes proyectos de gafas y relojes inteligentes, o el metaverso de Facebook.
Ahora bien, ¿qué función tiene esta idea del simulacro en las obras de K.? A través del simulacro K. Expresa que el ser humano debe conformarse con una realidad fake, hecha a medida de un sistema que limita y, en no pocas ocasiones, destruye a los individuos. Poco a poco o muy rápidamente, los originales van siendo sustituidos por copias casi perfectas. La propaganda y la publicidad entrenan a las mentes haciéndolas proclives a la sumisión y a la satisfacción inmediata a través de sucedáneos. Las drogas recreativas y los fármacos doblegan la voluntad. La realidad, al final de este proceso, resulta una mera alucinación. Esta idea la llevó K. a sus últimas consecuencias en algunas de sus crisis nerviosas más celebres, cuando llega a creer que todavía vivimos bajo el yugo del Imperio Romano, que consiguió incluirnos a todos en una alucinación colectiva, en una especie de Matrix.
El artilugio ideado por Leo Bulero aprovecha las características psicotrópicas de un liquen capaz de transubstanciar la conciencia de las personas trasladándolas a otra realidad. Se trata de un mecanismo de miniaturización. La ingesta del principio activo debe combinarse con todo un set de objetos de la vida cotidiana miniaturizados. K. se inspiró en la muñeca barbie y no resulta del todo descabellado mencionar de nuevo la idea de simulacro, en tanto que los innumerables accesorios que lanza la empresa al mercado van creando todo un universo barbie. Se trata de un simulacro que, como sabemos, transmite una serie de valores, y no otros, a través de los ojos azules y su melena rubia, sus minifaldas, sus bolsos y otros accesorios. Por eso la barbie negra vino a llenar un espacio necesario, al igual que las princesas rebeldes que huyen del estereotipo femenino en las grandes producciones de Disney World.
En relación a los accesorios, resulta interesante la existencia de todo un mercado en el que es posible mejorar la experiencia de translación. Por ejemplo, una mujer se compra un bikini sueco para utilizar en el mundo virtual. Ese modelo de negocio lo encontramos en muchos sectores actualmente. Por ejemplo, algunos videojuegos incluyen la posibilidad de comprar nuevos accesorios para optimizar tu experiencia y el universo meta promete dejarnos disfrutar de nuestro propio avatar en un universo paralelo.
Cada sujeto utiliza un avatar en la realidad virtual, de la misma manera que en las redes sociales cada uno prepara un perfil mas o menos verídico de uno mismo, intentando vender el producto de la mejor manera posible. Es decir, que tanto en la realidad virtual como en las redes sociales continua siendo operativo el concepto de simulacro. Fran, la mujer que se compró un bikini sueco en la novela de K., en la realidad virtual de la Can-D se presenta como una versión mejorada de sí misma: “Yo solía ser Fran… Pero los accidentes pertenecen a Pat”, dice, palpándose los senos. Mientras el cuerpo biológico se degrada, la mente cabalga nuevas monturas cada vez, siempre actuales. En el anime japonés se popularizó, desde el principio, una característica duplicación de los personajes principales. Por ejemplo, el Dr Slump, creador de Arale, cambiaba de apariencia según su nivel de confianza, de manera que, cuando estaba seguro de sí mismo, se le veía más esbelto y guapo, y más dueño de sí mismo. Lo mismo ocurría con Chicho Terremoto. Pero en este caso se trata de una técnica para expresar la subjetividad del personaje y no a la translación entre realidades.
Pero la experiencia proporcionada por la Can-D, que permite a los colonos trasladarse desde Marte a una realidad que es un simulacro de la sociedad terrestre, supone tan solo una translación de apariencias, se trata de manifestaciones externas de espacios y objetos, y no su esencia. De todos modos, esta idea anticipa, como hemos dicho, la realidad virtual.
Por otra parte, no existe un cuerpo jurídico que regule la experiencia Can-D y las personas pueden realizar cualquier acto, aunque esté prohibido en la vida real. Este detalle de la ausencia de una ley que regule el uso de una tecnología nueva es algo con lo que a menudo tenemos que lidiar en nuestra sociedad. Piénsese, por ejemplo, en las elecciones adulteradas mediante programas informáticos y manipulación de redes sociales. Es necesario que suceda algo grave, y generalmente más de una vez, para que los gobiernos y los tribunales de justicia promulguen un marco regulatorio que organice las nuevas tecnologías. En ese ínterin el mal ya está hecho, lo que puede provocar, como estamos viendo, enormes convulsiones sociales.
En un mundo enfermo se invierten los valores y el simulacro (la realidad virtual) puede llegar a parecer más real que la vida cotidiana.
En un momento dado, Barney Mayerson, precognitor estrella de Equipos PP, se encuentra con el nuevo marido de su ex esposa y rechaza las cerámicas que ella produce. Equipos PP solía tener el monopolio de la translación, pero de pronto surge una nueva empresa comercializando un producto que parece ser superior al suyo, y esta empresa contrata a su ex esposa. A su vez, Barney mantiene una relación con otra precognitora, y en este triángulo amoroso, otra vez K. no deja rienda suelta a su imaginación, sino que traslada sus experiencias personales a la ficción. Durante toda la novela, Barney oscila como una peonza entre el amor y el odio a su ex, y se encontrará con diferentes versiones de ella (simulacros). Todas las versiones lo acaban rechazando.
La colonización espacial
Los colonos viven en unas condiciones deplorables. Para desplazarse por Marte deben usar unos trajes especiales, pues hace mucho frío y la atmósfera es pobre en oxígeno. Por otra parte están aislados. Han firmado un contrato de por vida, así que dedicaran el resto de sus días a cultivar sus huertos y a defenderse de la fauna agresiva que habita el planeta. En sus barracones, se entregan de forma colectiva al ritual de Perky Pat y consumen la Can-D, droga a la que ya son adictos. Esa experiencia los devuelve momentáneamente a una replica de la Tierra en una realidad virtual:
Estamos aquí para hacer lo que nos está vedado en el cubil, ahí donde hemos dejado nuestros cuerpos corruptibles […]. Este cuerpo no puede pudrirse , ¿cierto? Hemos logrado la inmortalidad.
Ídem
Existe un intenso intercambio comercial en el espacio, y varias mineradoras. Enormes naves espaciales transportan la materia prima. Los cultivos de Can-D están en Venus. La Chew-Z proviene de Próxima. La sustitución de la Can-D por la Chew-Z desata una especie de guerra comercial entre Leo Bulero y Palmer Eldritch.
Barney Mayerson, que había recibido un cédula de reclutamiento, llegado un punto lo considera una salida viable para él, pues Leo Bulero lo ha acusado de no defenderlo y lo ha despedido. Antes de viajar, Leo va a verlo y le propone que colabore con él, para desacreditar a su competidora, la Chew-Z.
Barney Mayerson se incorpora a las colonias y va descubriendo su nuevo hábitat. Evita tomar la Can-D, pero más adelante le será imposible rechazar la Chew-Z, que lo enviará directamente a una sucesión ininterrumpida de alucinaciones hasta el final del libro, en ese trance psicotrópico se mezclan las épocas, el sujeto se ve en el futuro y, un momento después, sin continuidad, vive una escena de un tiempo pasado, de manera que se suceden diferentes versiones de las mismas personas. Debido a la potencia de la dosis que ingiere, Barney experimentará una duplicación, y una parte de él permanecerá por siempre como un phantasma por esos mundos controlados por Palmer Eldritch. Por eso, Leo Bulero dice, cuando se entera de que Barney ha ingerido la Chew-Z:
Barney se fue abajo con la Chew-Z y acto seguido todos se aprestaron a mascarla y eso fue el final, tal como lo fue para mí en la Luna. Nuestro plan requería que Barney tomara la droga, y así caímos directamente en las sucias y semimecánicas manos de Palmer; una vez se introdujo la droga en el organismo de Barney, estuvimos listos. Porque Eldritch de alguna manera maneja todos y cada uno de los universos alucinatorios inducidos por la droga. Y yo sé —¡vaya si lo sé!— que el muy canalla está en todos ellos.
Los mundos de fantasía que provoca la Chew-Z se encuentran en la mente de Palmer Eldritch, como lo pude comprobar personalmente. Y el problema es que una vez se entra en uno de ellos, ya no hay forma de escapar; uno sigue allí aun cuando piense que está libre. Es una trampa sin salida, y tengo la sospecha que todavía estoy en ella ahora.
El propio Palmer Eldritch se lo explica a Barney:
Usted es un fantasma, […] literalmente hablando, puedo ver a través de su cuerpo. Le diré con términos más precisos lo que es usted. […]: Usted es un espectro. […] —Usted es inmortal; no tiene que comer ni beber ni respirar… Si lo desea, puede atravesar las paredes. De hecho, cualquier objeto físico que se le antoje.
Incluso, un poco más adelante, el fantasma de Barney llegará a encontrarse con su propio yo, en algún futuro próximo de la malla temporal. Su yo del futuro, le explicara amablemente la situación, solo para pedirle educadamente que se aleje de su vida y deje de molestar:
Eldritch todavía se aparece de cuando en cuando, a veces incluso públicamente, pero yo sé y todo el mundo sabe, hasta el más ignorante lector de los homeodiarios de ínfima categoría, que no es más que un fantasma; el hombre real reposa en una tumba en Sigma 14-B y eso ha sido verificado. Pero tú te encuentras en un punto diferente. Para ti, el verdadero Palmer Eldritch podría presentarse en cualquier momento; lo que a tus ojos sería real, para mí sólo sería un fantasma, y lo mismo sucederá cuando regreses a Marte. Te encontrarás con un auténtico Palmer Eldritch de carne y hueso, y francamente no envidio tu suerte. […]
Nunca volviste a la realidad, como te hubiera sucedido si hubieses tardado veinticuatro horas más. Aquellos fantasmas de Eldritch, incorporados a la materia normal, se habrían desvanecido por completo; hubieras sido libre. Pero Eldritch te instigó para que aceptaras la segunda y más fuerte dosis. Sabía que te habían mandado a Marte para actuar contra él, aunque no tenía idea de la forma en que lo harías. Te tenía miedo. […]
.
La puerta del despacho se abrió abruptamente.
Roni Fugate se asomó y les vio a los dos; no dijo nada… simplemente se quedó contemplándoles, con la boca abierta. Y luego, finalmente, murmuró:
—Un fantasma. Creo que es el que está de pie, el que se encuentra más cerca de mí. […]
Temblorosamente, entró en el despacho y cerró la puerta tras de sí.
—Es cierto —dijo el futuro yo de Barney, escrutando su cara con mirada penetrante—. Puedes comprobarlo poniendo la mano a través de su cuerpo.
Ella así lo hizo. Barney Mayerson vio cómo la mano de la joven penetraba en su cuerpo y desaparecía.
—No es la primera vez que veo un fantasma —dijo ella, retirando la mano, aparentemente más serena—, pero nunca había visto uno de ti, querido. Todo el mundo que consumía aquella droga abominable se convertía en fantasma más tarde o más temprano, pero recientemente son menos frecuentes. En una época, alrededor de un año atrás, cada vez que te dabas vuelta te encontrabas con uno.
Leo Bulero y Palmer Eldritch
Un tanto repugnante desde el principio debido a su cabeza deforme, efecto de la Terapia E que está expandiendo su cerebro y con él su inteligencia, es el dueño de Equipos PP. Esta empresa se mantiene en el limite de la legalidad. Sus equipos Perky Pat proporcionan la experiencia de la translación gracias al comercio ilegal de una droga llamada Can-D. Sin embargo, por su oposición a Palmer Eldrich, que ha perdido su humanidad, Leo acaba erigiéndose de algún modo en un mártir de la sociedad. En su embate con Eldrich, Leo será secuestrado y humillado, pero continuará resistiéndose a Palmer Eldritch y su Chew-Z.
Leo responde al prototipo del hombre blanco heterosexual, emprendedor y poderoso. Le gusta fumar puros y mantiene una amante en una especie de finca-satélite, orbitando alrededor de la Tierra: “—Siempre hay otras mujeres —dijo Leo, pensando en Scotty Sinclair, su amante de turno; Scotty, en aquel preciso momento, frágil y rubia, pero con una prominente pechuga, vagaba en su quinta satélite a quinientas millas en el apogeo, esperándole para hacerle olvidar las preocupaciones de la semana—.” (39)
Leo Bulero frecuenta una clínica alemana donde se realiza la Terapia E, un tratamiento para acelerar la evolución y convertirse en un ser superior. En la clínica se encontrará con La ex esposa de Barney (Emily) y su marido Richard Hnatt. Este ha convencido a su esposa para recibir juntos la Terapia E. Ella en principio se niega, pero acaba siguiendo a su marido. Parece que el tratamiento en ella no funciona y sufre una regresión, según le dice Palmer Eldritch a Barney:
—Y se olvida usted de una cosa —continuó él, después de una pausa—. Ella sufrió una regresión, debido a aquella condenada terapia evolutiva que el médico ex nazi realiza en aquellas clínicas. Al menos su marido fue lo suficientemente inteligente como para interrumpir el tratamiento en seguida, y ahora todavía puede crear piezas vendibles; la regresión no fue tan grave. Pero… a usted no le gustaría. La encontraría un poco más superficial, ligeramente más tonta.
Es necesario aquí aludir de nuevo a la vida de K. y a ciertos acontecimientos que sucedieron mientras estaba escribiendo esta novela, pues en un momento dado K. se convenció a si mismo y, lo que es peor, convencido también a su psiquiatra, de que su esposa quería matarlo. Por ello la ingresaron en un hospital y le administraron ciertas drogas que la dejaron confusa y torpe durante un tiempo. No parece descabellado relacionar este episodio a la regresión experimentada por Emily.
En el siguiente fragmento leemos lo que dice el propio medico sobre los efectos de la Terapia:
No es doloroso, pero al principio puede chocar, […] cuando experimente un estiramiento de la zona cortical. Se le ocurrirán muchos conceptos nuevos y excitantes sobre todo de carácter religioso, si Lutero y Erasmo estuviesen vivos sus controversias se resolverían muy fácilmente en la actualidad, por medio de la Terapia E ambos comprenderían la verdad […] con respecto a la transubstanciación […], en español, la sangre y la ostia, ya saben, la misa. Es muy parecido a la experiencia de los que toman Can-D. (128)
En cuanto a los efectos secundarios:
La cabeza de aquel hombre le recordó a Hnatt una fotografía que había visto en un libro de texto; el epígrafe de la foto decía: hidrocefálico. El mismo agrandamiento sobre la línea de las cejas; tenía un aspecto cupulado y singularmente frágil, y en seguida comprendió por qué a las personas opulentas que habían evolucionado las llamaban vulgarmente cabezotas. «Parece que estuviera a punto de explotar», pensó, impresionado. Y la gruesa corteza. El cabello había desaparecido para dar lugar a la corteza quitinosa, de color más oscuro y superficie más uniforme. ¿Cabezota? Más bien parecía un coco. (126)
Esa escena en la clínica alemana con el Dr Willy Denkmal es un tópico en la ficción especulativa desde Frankenstein (1818), de Mary Shelley y La isla del Doctor Moreau (1896), de H. G. Wells. En el expresionismo alemán encontramos un continuo tratamiento de diferentes vertientes de esta temática, en películas como El gabinete del Dr. Caligari (1920), de Robert Wiene, Dr. Mabuse (1922) y Metrópolis (1927), de Fritz Lang. Más adelante, el arte hubo de lidiar con la cuestión de cómo tratar las atrocidades de los médicos alemanes como Josef Mengele en los experimentos nazis. Este tópico entronca, pues, con todo lo relacionado al lado oscuro de la ciencia, a los científicos utilizados para desarrollar tecnologías devastadoras capaces de destruir el mundo. Nos plantea la cuestión de la falta de moral de la tecnología, que no es mala ni buena por sí misma, sino que sus efectos dependen del uso que haga de ella la sociedad. En la novela This crowded earth (1958), de Robert Bloch, por ejemplo, se plantea que pasaría si un científico, para salvar al planeta de la superpoblación, inventase una forma de manipular genéticamente a los individuos para cohibir su crecimiento y controlar la natalidad. De manera que existe todo un espectro que va desde el médico loco hasta el científico bienintencionado cuyos experimentos se le van de las manos, desatando unas fuerzas devastadoras que se volverán contra el y la sociedad. Toda la literatura sobre virus y zombies gira en torno a este tema también. La idea que subyace en la mayor parte de estas obras es que el progreso conlleva riesgos, y que muchas veces, el destino de la humanidad depende de las decisiones puntuales de unas cuantas personas que de detentan el poder. Conforme la sociedad ha ido evolucionando, ese poder va pasando de las manos de Estado y de gobiernos más o menos totalitarios a incorporar intereses privados y grandes conspiraciones internacionales de acuerdo a las nuevas condiciones históricas.
Palmer Eldritch, por su parte, se presenta como un ser humano que a lo largo de su vida ha experimentado varias modificaciones hasta convertirse, sino en un Dios, sí al menos en un demiurgo maligno. Se insinúa en varias ocasiones, que en realidad ha sido suplantado por otra forma de vida alienígena, que utiliza su imagen para dominar a los humanos:
Con inconmensurables brazos rastreadores se había extendido desde el sistema Próxima Centaurus hasta la Tierra misma, y no era humano; no era un hombre lo que había regresado. Y poseía un enorme poder. Podía vencer a la muerte.
Pero no era feliz, por la sencilla razón de que estaba solo. Por lo tanto, enseguida trató de remediarlo; se tomó incontables molestias para arrastrar a otros por la misma senda que él había seguido.
En lugar de las cinco llagas de Jesus, dos en los pulsos de las muñecas, dos en los pies y una tercera en el pecho, Palmer Eldritch tiene tres estigmas: ojos artificiales, brazo protético y dientes de acero. Este paralelismo entre Cristo y Eldritch pretende mostrar la doble naturaleza de ambos, mitad humana mitad divina.
Desde que Palmer Eldritch aparece en escena, la tensión sobre Leo Bulero se intensifica. Es como una bola de nieve que va creciendo hasta que Palmer secuestra a Leo y le hace tomar la Chew-Z, con la consiguiente tortura psicológica al hacerlo entrar en una realidad virtual controlada por su mente. Palmer, de una u otra manera va atrayendo a todos los personajes como si fuera un imán, y las acciones de estos, aunque ellos mismos no lo sepan, orbitan todo el tiempo alrededor de su persona. Su aparición no es inmediata en la historia, se le menciona en varias ocasiones, pero es esquivo. Durante buena parte del libro es una sombra, una noticia vaga o una serie de dudosos rumores. Leo intenta desesperadamente encontrarse con él, inconsciente del peligro que corre. Una vez entre en su mente, su vida se convertirá en un infierno.
En resumen, la novela Los tres estigmas de Palmer Eldritch pone en juego una serie de elementos característicos de la escritura de K. Se trata de una serie de inquietudes y obsesiones que están representadas perfectamente en el libro, derivadas de la sensación de vivir en un simulacro, inmerso en una puesta en escena que sirve para mantener controladas a las personas. En la época el libro fue aclamado como un icono de la contracultura por el hecho de presentar las drogas como puertas para una nueva percepción. El misticismo que expresa la novela es de tipo negativo. Para alcanzar la iluminación y entender el sentido del Universo es necesario quebrar primero la pantalla ilusoria de la realidad y derrotar al demiurgo que intenta confundirnos.