martes, 21 de febrero de 2017

Inferno o las fórmulas del entrenimiento


Fecha de lanzamiento: 2016
Director: Ron Howard 
Guión: Dan Brown y David Koepp
Ficha: IMDB

 

La película Inferno, basada en la novela homónima de Dan Brown, y tercera de la saga después de El Código da Vinci y Angeles y demonios, es de esas películas que no hace falta ir a ver porque ya se sabe desde el comienzo lo que va a ocurrir. Cambian los personajes y el paisaje con ligeras modificaciones, adaptándose a cada época, pero básicamente los mecanismos del guión permanecen inalterados.

Se trata de obras que según el mexicano Jorge Volpi, en sus Mentiras contagiosas, se expanden como un virus por la industria cultural aniquilando la imaginación. Ya Umberto Eco alertó en su Péndulo de Foucault acerca de la propagación desmesurada de este tipo de obras.

El argumento inicial en este tipo de historias, según Mc Kee (El guión), es aparentemente claro, aunque después nos venza la confusión: un personaje, que muchas veces es un profesor universitario o un arqueólogo, posee un objeto codiciado por diferentes grupos que lo perseguirán sin tregua a lo largo de la película o novela. Ese objeto encierra la clave de la próxima destrucción del planeta y el personaje hará lo posible para evitar que se lo arrebaten y tendrá en sus manos la salvación de la civilización. En el caso de Inferno, el objeto es un mapa en clave que el personaje debe interpretar adecuadamente para descubrir el modo de anular esa destrucción inminente.

La interpretación de las pistas que se ofrecen en el mapa llevarán al personaje y a sus perseguidores a diferentes localizaciones. Por el camino, el personaje, que en este caso sufre amnesia, ira descubriendo que los que parecen ayudarle son en realidad traidores, y los que parecen ser sus enemigos, sus aliados. Como se trata de una película hecha en Hollywood, el mero hecho de ambientar la película en diferentes ciudades históricas de Europa, con un personaje que intenta escapar desesperadamente, justifica por si solo la financiación del proyecto.

Es una garantía de éxito en taquilla. Templos y basílicas, calles estrechas y plazas de piedra por las que se mueven frenéticos coches de policía, motocicletas de gran cilindrada y vehículos todoterreno de color negro, un despliegue grandioso con explosiones magnificas y huidas inverosímiles que harán las delicias de un público aun más amnésico que el protagonista.

Existen, eso sí, algunas variaciones, que le otorgan a la película un toque particular, por ejemplo, el tono apocalíptico general, basado en una ambientación libre que tiene como centro temático la Divina comedia de Dante y los diferentes relatos bíblicos del Apocalipsis.

El malo de la película muere en las primeras escenas, pero ha dejado un legado que traerá de cabeza a los personajes que su sobreviven: se trata de un híbrido entre un empresario millonario y un activista ecologista que ha decidido terminar con la superpoblación del planeta que, a su juicio, está condenando el mundo a su destrucción. Para acabar con esa plaga de homínidos que se expande sin control ha ideado un plan expeditivo que consiste en expandir una cantidad considerable de un virus altamente contagioso que diezme al 85 por ciento de la población mundial.

Todo se concentra en las acciones del profesor amnésico que poco a poco, a retazos, va recobrando la memoria mientras huye de sus torpes perseguidores. Los perseguidores y sus motivaciones permanecen desdibujados a lo largo de la película, por lo que el personaje y el espectador tienen una sensación de desorientación que se supone que debe contribuir al suspense.

Un grupo de perseguidores es un equipo de la OMS (Organización Mundial de la Salud), que finalmente resultan ser los aliados del personaje, representados por una mujer que casualmente ha sido, y volverá a ser, el gran amor del protagonista, aunque él no lo recuerde debido a su amnesia.

Las intenciones del segundo grupo de perseguidores son mas oscuras, aunque parecen pertenecer también a instituciones internacionales, pero en este caso, el personaje que representa a este sector parece estar guiado solo por intereses materiales.

 

En un momento determinado, el tercer grupo de perseguidores, aun más oscuro, sale a la luz. Se trata de una organización que opera desde un buque de guerra en medio del océano con todo un impresionante despliegue tecnológico. Este tercer grupo no responde a los intereses de ningún gobierno o institución internacional, pero su líder, un empresario indio que concentra un gran poder decide intervenir alarmado por el riesgo de destrucción planetaria.

La ambigüedad del líder de esta organización, que ha pasado de luchar contra el gobierno a intentar restaurar el orden establecido, será castigada con la muerte, al igual que los intereses espurios del personaje que representa al segundo grupo de perseguidores.

La joven mujer que traiciona al protagonista, y que lo ha acompañado a lo largo de aproximadamente una hora y quince minutos de película sin desvelar su verdadera personalidad y su condición de traidora, también debe morir. Descubrimos a través de un largo flashback, que era la mujer del millonario genocida y que, obnubilada por el amor que siente hacia ese personaje, pretende continuar la labor de exterminio que el otro ha comenzado.

Al final, gracias a la persistencia del protagonista, el orden es restaurado y la pareja que forman el profesor universitario y la agente especial de la Organización Mundial de la Salud, disfrutan de su final feliz.       

Esta fórmula narrativa, cuando está sustentada por un presupuesto millonario y por impresionantes efectos especiales, es, como dijimos anteriormente, una garantía de éxito. Saciará a los espectadores ávidos de acción tanto como a los intelectuales snobs que manejan un par de referencias culturales y que no se preocupan demasiado por unas cuantas inconsistencias históricas disfrutando sin complejos de un objeto artístico ciertamente Kitsch. 

Las maravillosas tomas de Florencia, Venecia o Estambul, con sus edificios históricos, sus museos y sus bellos cafés hacen la delicia de los espectadores y, en el caso del público norteamericano, le otorgan un plus de exotismo que es fácil de entender cuando uno visita las ciudades de Estados Unidos, con sus monótonos barrios residenciales y sus centros comerciales repetidos, que sustituyen al espacio público tradicional europeo (el cual hunde sus raíces en el sistema arquitectónico del Imperio romano, que se mantuvo casi inalterado durante la época medieval, donde las plazas constituían el centro neurálgico que organizaba la vida social).

Sin embargo, la resolución de los acertijos que guían la investigación del protagonista es demasiado obvia y carece del ritmo y la tensión necesarias, que encontramos en otras películas de características parecidas, por ejemplo, en la saga de Indiana Jones, donde la acción y la aventura conducen progresivamente al clímax final, y donde los momentos de tensión que jalonan la jornada del héroe consiguen su cometido e incluso las escenas de persecuciones están rodadas de manera magistral.

Todo en Inferno nos conduce a una sensación final de artificiosidad insoportable, de diversión calculada y emoción formularia


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