martes, 18 de diciembre de 2012

2666, Roberto Bolaño


1. El ambiente crepuscular de 2666

2666, la novela póstuma de Roberto Bolaño, se ofrece como culminación de un proyecto total, en el que obras como Amuleto, Estrella distante o Los detectives salvajes serían una suerte de eslabones. En ellas se repiten personajes, paisajes, temas e inquietudes. Si cada novela de Bolaño constituye un fragmento de la totalidad de lo que ha escrito, no es raro que algunas de sus novelas estén construidas también de manera fragmentaria, como si las obras no pudiesen agotar la realidad y por lo tanto se limitasen a recoger historias, situaciones, tramas simultáneas o superpuestas. Esto último es llevado al extremo en 2666, novela que consta de cinco partes que constituyen, cada una, una novela en sí misma.

En este sentido, el arco espacio-temporal en el que se desarrolla esta novela abarca todo el siglo XX, y pone en juego personajes de diferentes nacionalidades cuyas vicisitudes se desarrollan también, por supuesto, en diferentes países: Londres, Madrid, Barcelona, París, Berlín, Hamburgo, Hermosillo, Santa Teresa (probable Ciudad Juárez), etc.

La novela, en cierto sentido, se presenta como un recorrido por la maldad en el siglo XX, una maldad, o un odio, que tiene sus raíces a principios del siglo XX (por no decir que con los inicios de la civilización) y que se proyecta hacia el siglo XXI. Inmersos en el horror del siglo, una serie de variados personajes sobreviven, sufren y son felices, y se ofrecen como paradigma de la bondad o de la maldad, e incluso transitan entre ambos polos, dando muestra de una personalidad compleja.

Si el medio-ambiente más habitual de la prosa de Bolaño es la marginalidad, la de aquellos personajes que desde su existencia precaria están expuestos a las condiciones nefastas de la historia, las relaciones interpersonales se ven sacudidas por instintos primarios como la violencia, el sexo, y en no pocas ocasiones una amalgama mórbida de ambos impulsos. Esto no implica que otros ambiente no tenga cabida en la obra, sin ir más lejos, esta se abre con la parte de los críticos, en la que se relata las relaciones interpersonales entre una serie de críticos. Esta parte, entre otras cosas, resulta en última instancia una crítica de la universidad y de los estudios literarios, preocupados en reconstruir la figura de un enigmático escritor que siempre ha intentado mantenerse en el anonimato. En su búsqueda, asisten a anodinos congresos en diferentes países, entablan banales discusiones entre diferentes grupos y, siempre a expensas del erario público, van de hotel en hotel y de restaurante en restaurante.

Pero en la mayor parte de 2666 el clima es crepuscular, casi apocalíptico. Lo que podríamos llamar mal du siecle sobrevuela cada situación e impregna, como una maldición, los diálogos y los trechos narrativos. Si la novela desarrolla desde la perspectiva de Archimboldi –uno de los principales ejes narrativos y simbólicos– el mayor conflicto bélico del siglo XX –la Segunda Guerra Mundial– acaba proyectándose en un conflicto de otras dimensiones: el proceso globalizador focalizado en la frontera entre EEUU y México, que presenta unos índices de violencia altísimos.


2. La dictadura del libre comercio

Sin intención de agotar las ramificaciones temáticas y simbólicas de esta gran novela, haremos un recorte y trataremos, acaso negligentemente, llevando la obra a nuestro terreno en beneficio propio, de auscultar el reflejo de esta globalización económica en el libro, manteniendo el punto de mira en la frontera entre EUA y México.

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), o por sus siglas en inglés NAFTA (North American Free Trade Agreement) es un acuerdo regional entre Canada, EUA y México para crear una zona de libre comercio que fue firmado en 1992. Sin entrar en la conveniencia o no de dicho tratado, que, para muchos, frente a lo que los gobiernos afirman, supone unas condiciones de competencia desleal desde el punto de vista económico dada la asimetría entre los países firmantes, este Tratado supuso una transformación radical de las condiciones sociales en el norte de México, en aquellos estados y ciudades más próximos a la frontera.

El noroeste de México comprende los estados de Durango, Sinalaoa, Chihuahua, Sonora, Baja California sur y California Norte. Ciudades como Ciudad Juárez, Tijuana, Mexicali o Nogales soportan, debido a la proximidad con la frontera y a este Tratado de Libre Comercio, una gran presión demográfica. Si bien la violencia no se limita al noroeste de México, en esta región tiene lugar una bizarra combinación de elementos que genera una situación especial:

La violencia de los cárteles de la droga

La presión demográfica, por la gran cantidad de mexicanos que viajan desde otros estados en busca de un futuro mejor.

La presencia de las maquiladoras

La emigración irregular a EUA

El auge de las maquiladoras a partir del Tratado de Libre Comercio ha transformado la realidad de las ciudades del norte de México, en especial en Tijuana, Ciudad Juárez y Nogales, aunque las maquiladoras están extendiéndose también al centro de México. Las maquiladoras permiten el libre tránsito de mercancías hacia México sin la necesidad de pagar los impuestos de importación, esas mercancías serán reparadas en las maquiladoras del país centroamericano y, después, exportadas nuevamente para su comercialización en EUA. De esta manera, además de abaratarse los costes de las compañías norteamericanas, supuestamente se reduciría la llegada de braceros mexicanos al país del norte y se crearían puestos de trabajo en México.

La realidad en las maquiladoras, sin embargo, resulta lamentable. Los trabajadores y trabajadoras, que cobran un salario ínfimo en relación a los sueldos en EUA, viven una situación de precariedad laboral caracterizada por la imposibilidad de agrupación sindical, el continuo cambio de turnos y la rotación de empleados. Esta situación laboral, en el caso de las mujeres, adquiere tintes trágicos por una serie de peculiaridades que desgranaremos a continuación.


3. La cuestión del género en las maquiladoras

La implantación de maquiladoras en México supone, en resumidas cuentas, el libre tránsito de objetos, pero se mantiene un férreo control de las personas que cruzan la frontera. En la realidad diaria de las maquiladoras, las mujeres se llevan la peor parte. En una sociedad tradicionalmente machista y azotada por la violencia, la llegada de miles de mujeres pobres a las maquiladoras en busca de un futuro mejor ha creado una situación insostenible.

Muchas mujeres comienzan a trabajar en las maquiladoras a temprana edad, algunas con 16 años, y, aunque precaria, alcanzan una independencia económica que trnasforma sus relaciones interpersonales. La mujer no depende ya exclusivamente de su marido, y no se limita a hacerse cargo de su casa, sino que tiene un trabajo y gana su propio dinero. Esto supone un cambio de roles que los hombres, en muchas ocasiones, no aceptan. Por ello ha subido el índice de la violencia «doméstica». Además, las trabajadoras de las maquiladoras, que viven generalmente en barriadas pobres, y que tienen que desplazarse andando o en autobuses, a veces en horarios intempestivos según el turno que estén realizando, son más vulnerables a abordajes nocturnos, a los secuestros y asesinatos.

Como veremos, la ineficiencia de la policía, que posee pocos medios y que en gran medida es corrupta y sirve a los intereses del narcotráfico y de los sectores más poderosos, determina que un alto porcentaje de los asesinatos queden impunes, prolongando el goteo de muertes violentas.

El asesinato de mujeres en estas ciudades, especialmente en Ciudad Juárez, por su sistematicidad, no puede achacarse sólo a la violencia doméstica, y es caldo de cultivo para todo tipo de elucubraciones y teorías conspirativas. A grandes rasgos, la teoría más extendida para estas muertes que se inician, según la mayor parte de las fuentes , hacia 1993, es que existe un oscuro engranaje de intereses que planean y ejecutan los asesinatos con total premeditación e impunidad. En este engranaje estarían envueltos, en diferente medida, los siguientes sectores:

El narcotráfico

Empresarios y banqueros

Partidos políticos, que serían financiados por los anteriores sectores y que, por lo tanto, no harían lo necesario para detenerlos

La policía

Los medios de comunicación

Todos estos sectores aparecen retratados en 2666, sobre todo en la parte de los crímenes, aunque no exclusivamente en esta parte, ya que casi todo el libro tiene como eje más o menos velado a la ciudad de Santa Teresa (trashunto de Ciudad Juárez) y los asesinatos de mujeres.


4. La parte de los crímenes

En esta parte, verdadero núcleo de la novela, ya que en ella confluyen el resto de las partes, el autor trata, basándose en fuentes de periodistas, la serie de asesinatos que se han venido cometiendo desde 1993. La enumeracón y descripción de los cuerpos encontrados sería casi insoportable si Bolaño no trenzase una interesante estructura narrativa en la que alterna la prosa «forense» con la narración de los pormenores de la investigación policial.

Aquí Bolaño puede aludir más o menos directamente a las diferentes complicaciones de esta investigación, a la incompetencia del cuerpo policial, a los intereses creados, a la corrupción que ocultan los verdaderos móviles de los crímenes y desvían la atención. Alrrededor de la investigación policial merodean una serie de periodistas, políticos, detectives privados, banqueros y empresarios. A través de este repertorio de personajes, Bolaño puede analizar los diversos factores que intervienen en tan terrible trama, así como rebajar la tensión a cada tanto, pues la mera descripción de los cuerpos encontrados resulta brutal.

La conclusión que se ofrece al lector es que la cuestión de los crímenes responde a un complejo entramado de intereses cuyo origen se encuentra en la propia estructura de la sociedad mexicana y de sus relaciones socioeconómicas con EUA.


5. El periodista americano

Fate, el reportero de la revista del «poder negro», heredera del pensamiento de las Panteras Negras y foco de los debates sobre el afroamericanismo en EUA, llega a Santa Teresa para cubrir un combate de boxeo, pero acaba involucrándose en los asesinatos de mujeres. Desde el primer momento, las noticias que va oyendo acerca de los asesinatos llaman su atención hasta que conoce a una periodista que va a entrevistar a un alemán al que le achacan gran parte de los asesinatos. Al mismo tiempo, entre las personas que conoce en Santa Teresa, está un periodista mexicano relacionado con el narcotráfico, al que acompaña, junto a la joven española de la que se enamora, a una casa de las afueras donde parece insinuarse que esta podría ser asesinada.

La parte de Fate resulta interesante pot varios motivos. En primer lugar, Fate es negro y está sensibilizado con la problemática racial en EUA, se dirige a México, y en EUA los mexicanos son una de las minorías raciales más importantes, y allí se interesa por una cuestión que atañe a otro sujeto, en este caso doblemente subalterno: las mujeres mexicanas que trabajan en las maquiladoras norteamericanas. Probablemente, su condición de sujeto subalterno en la sociedad estadounidense provoca su empatía y su sensibilidad ante estos asesinatos, y por ello pide en varias ocasiones a sus superiores que le permitan quedarse durante un tiempo para cubrir el caso, sin percibir el peligro que corre. En segundo lugar, desde el punto de vista de la estructura narrativa de la novela, el personaje de Fate se ve inmerso en una prototípica historia de carretera, al estilo de las famosas road movies norteamericanas. El periodista actúa como un detective, interesándose por un caso de cual nadie quiere hablar abiertamente, y finalmente su vida corre peligro.


6. Final

Lejos de la pretensión banal de abarcar la significación total de la novela, hemos decidido hacer un recorte interpretativo, dejando para posteriores análisis, probablemente igual de fragmentarios, otros aspectos interesantes de esta extensa obra. Nos hemos limitado a observar cómo Bolaño transmite una realidad verdaderamente cruel, una realidad bajo la cual se esconden algunas claves de la deriva globalizadora y neo-imperialista de nuestro mundo. El acento recae sobre la cuestión del género y la narrativa de la frontera, con esa mezcla tan interesante de realidad y ficción.

Despúes de leer 2666 parece que no es cierto que sea imposible narrar el horror total. Bolaño se inscribe en la tradición de obras como Si esto es un hombre de Primo Levi o Eichmann en Jerusalem. Un estudio sobre la banalidad del mal de Hanna Arendt. Se trata de un terreno peligroso de arenas movedizas donde la realidad más brutal sale a la superficie por entre la multitud proliferante de imágenes, noticias, videojuegos y filmes que, poco a poco, nos van insensibilizando ante el dolor y la crueldad. En la sociedad del espectáculo, a veces olvidamos lo real.



miércoles, 30 de mayo de 2012

El testigo (2004), de Juan Villoro

En la estela del Sergio Pitol de Tríptico del carnaval, nos encontramos con esta maravillosa novela de Juan Villoro, cargada de humor, carnavalización e ironía, novela «totalizadora» donde se intenta transmitir el espíritu de una época: la supuesta democratización del país (México) tras la caída del PRI.

El personaje, como ocurre en El desfile del amor, primera novela de la trilogía de Pitol, es un profesor universitario, un investigador que regresa al país después de una larga estancia en el extranjero y se reencuentra con su propio pasado. Si el protagonista de El desfile del amor es un historiador y su pretexto para indagar en su propio pasado es una investigación sobre la historia de México, en El testigo el protagonista es un profesor de literatura especializado en la poesía de la vanguardia mexicana, que se ve inmerso en una investigación sobre Ramón López Velarde.

La novela de Villoro está cargada de alusiones intertextuales, no sólo hacia la obra de Pitol, sino hacia otros autores, como por ejemplo, Roberto Bolaño, de quien toma la descripción de los bajos fondos de la ciudad, las alusiones a la cultura de masas y, sobre todo, en la búsqueda de un poeta vanguardista, Cesárea Tinajero en Los detectives salvajes, Ramón López Velarde en El testigo.

Diferentes estratos sociales aparecen retratados en la novela: la Iglesia, la oligarquía terrateniente venida a menos, el gremio de las sirvientas, los nuevos magnates de los medios televisivos y el resto de la fauna propia de este ámbito –presentadores, guionistas, productores, directores de seriales–, la clase política, traductores y especialistas en literatura hispanoamericana, el poeta maldito que vive en la calle, y un largo etcétera de prototipos sociales aparecen enmarañados en una turbia relación con el narcotráfico que parece impregnarlo todo.

Como telón de fondo, envolviendo no sólo al poeta Ramón López Velarde, sino también a la propia familia del protagonista, la Rebelión Cristera, como contrapunto violento a la acción de la Revolucion. La Rebelión Cristera, sólo tras la caída del PRI, puede ser tratada publicamente, ya que la anti-religiosidad revolucionaria no lo permitía. Este acontecimiento es recreado en toda su complejidad, presentando al pueblo alzado en defensa de su fé de manera poliédrica: sufrieron la violencia institucional, pero ellos mismos llevaron la violencia y el fanatismo hasta las últimas consecuencias.

El protagonista, poco a poco, va reencontrándose con los amigos de su pasado, con aquellos aspirantes a escritores que frecuentaban los talleres literarios (como ocurre en Los detectives salvajes), los cuales se han transformado en otra cosa, empresarios sin escrúpulos, drogadictos, mendigos. Julio Valdivieso, al regresar a México sufrirá un progresivo decaimiento físico y psicológico que lo llevará a momentos de desesperación, pero, por otra parte, experimenta un crecimiento personal al enfrentarse a ciertos sucesos de su vida (su infancia y la relación incestuosa con su prima) en la hacienda Los Cominos, lugar en el que convergen la peripecia personal del protagonista con la trama central del libro, que consiste en los preparativos para la grabación de una telenovela sobre la Rebelión Cristera en la hacienda de su familia.

Las reflexiones acerca de la obra de Ramón López Velarde, de la cual se incluyen gran cantidad de fragmentos y poemas completos, así como la reconstrucción de su itinerario biográfico e ideológico, lejos de presentarse como un punto aparte, encajan a la perfección en la progresión de la trama, contribuyendo a que ésta avance, clarificando ciertos pormenores o poniendo luz sobre algunos episodios de la vida íntima del protagonista. Esta investigación le da una dimensión ensayística a la novela de gran interés, donde se mezclan realidad y ficción. A la vida y obra de López Velarde están indisolublemente unidos, en esta novela, las conversaciones entre su tío Donasiano y el cura Monteverde, personaje este que merece una atención especial: él parece el más interesado en reivindicar la figura del poeta –ha atesorado grandes conocimientos sobre su vida y obra–, hasta el punto de que está dispuesto a conseguir su canonización como santo por una serie de supuestos milagros que éste habría realizado a lo largo de su vida. Como cada uno de los «sectores» en pugna, intenta utilizar a Valdivieso para sus fines, pero cuando advierte que los medios de comunicación de masas van a covertir la figura de Velarde en un mito televisivo, se echa atrás reivindicando una religiosidad más íntima, sosteniendo que igual que Cristo se presento ante unos pocos elegidos, el poeta Ramón López Velarde y sus milagros, deberían igualmente ser patrimonio de unos pocos, al menos de momento. Monteverde y Donasiano guían a Valdivieso continuamente en sus investigaciones sobre el poeta, el primero cediéndole miles de documentos llenos de polvo que ha ido recopilando a lo largo de los años, el segundo revelándole ciertos avateres que envolvieron su existencia. Y de este modo, la vida del poeta nacional se va entrelazando con la trama de la novela de una manera natural y aparentemente espontánea. Monteverde, por otra parte, nos pasa una imagen alternativa del estamento religioso, se trata de un sacerdote relativamente liberal, lúcido, muy dinámico, que siempre está ocupado, y que se desplaza en motocicleta. Aparece y desaparece de la vista de Valdivieso en momentos insospechados y en algunas ocasiones provoca la progresión de la trama, además de aportar detalles importantes acerca del poeta.

Otro de los detalles importantes de la novela es la trasformación que experimenta el propio Valdivieso, que va progresivamente asomándose a un precipicio, físico y psicológico, Félix Rovirosa (antiguo compañero y alto cargo del canal de tlevisión) lo extorsiona con la amenaza de sacar a la luz el hecho de que su tesis doctoral había sido un plagio, sus amigos van despareciendo asesinados, como ocurre con el Vikingo y Ramón Centollo, el Vaquero del mediodía, él mismo es amenazado de muerte y la policía le propina una soberana paliza, sufre un accidente de moto, se cae a un pozo, la relación con su mujer y sus hijas parece naufragar. Esta serie de desgracias nos presentan a un personaje que recuerda a veces al papel de Jack Nicholson en China Town, y provocan en el lector una empatía no exenta de cierto patetismo jocoso. El anti-héroe desciende a los infiernos, para alcanzar una verdadera «iluminación» debe degradarse hasta la animalización.

En conclusión, El testigo, es una novela «total», en la que el proceso histórico de México –revisionismo histórico– se entrelaza con la peripecia personal del protagonista. Una novela en la que la realidad sociopolítica del país aparece reflejada de forma poliédrica, muy compleja, y en la que no falta la descripción costumbrista –y profundamente crítica– del papel de los medios de comunicación de masas. La industria cultural tiene un papel destacado en la novela, el serial Por el amor de Dios, además de ser un proyecto empresarial capaz de producir mucho dinero, se presenta como capaz de intervenir en la «mente colectiva», presentando al país una determinada mirada sobre un proceso histórico que hasta entonces se había mantenido oculto. Esos acontecimientos que el serial va a retratar son la reformulación estética e ideológica de una investigación más o menos pormenorizada y científica, la del propio Julio Valdivieso, testigo accidental de unos hechos que tocaron muy de cerca de su familia.

lunes, 28 de mayo de 2012

Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño

Se trata de una novela compleja, muy extensa y exigente para el lector, en la cual se entremezclan varios tipos de discursos, y donde existe una marcada polifonía, ya que la mayor parte de la novela está escrita en primera persona, a través de los parlamentos de gran cantidad de personajes de diversa catadura social y nacional.

Roberto Bolaño, ¿sujeto diaspórico? La primera característica que vamos a comentar tiene que ver con la «deslocación» como elemento aplicable a gran parte de la literatura hispanoamericana de las últimas décadas, esta «deslocación» resulta perfectamente aplicable a Roberto Bolaño, quien renegaba de la categoría de «exilio», ya que para él, en realidad el exilio es la medida de toda la literatura, en el sentido de que la única patria posible para un escritor-lector es la biblioteca. En la escritura se trabaja con el recuerdo, con la memoria de un espacio-tiempo que no está presente.

El viaje, la diáspora, es algo habitual en los escritores, y la etiqueta de «exilio» tiende a lo melodramático y emotivo. Es cierto que esta etiqueta es productiva para estudiar ciertas épocas de América Latina, pero también es cierto que, en la actualidad, la idea del «sujeto diaspórico» resulta cuando menos supérflua en tanto mecanismo o concepto teórico.

La acción se desarrolla en México en diferentes épocas y ciudades, en Chile, en Nicaragua, en París, en diversas ciudades de España (de Galicia y Cataluña), en África (donde Bolaño-Belano trabaja como corresponsal para un periódico español), en EEUU, etc. Es una novela eminentemente urbana, y México DF es la ciudad retratada con más exactitud, ya que es el origen del grupo real visceralista, aunque el itinerario de los miembros del grupo aparece recreado con gran detallismo. Se recrea la UNAM, pero también otras zonas de la ciudad, con sus barrios residenciales, sus áreas más costumbristas y sus bajos fondos, donde se practica la prostitución y son comunes los proxenetas armados.

Estructura y técnica del «falso documental». La novela está construida en tres partes. En la primera parte se describe el ambiente «underground» del México DF a mediados de la década de 1970, donde un grupo de poetas outsiders luchan por abrirse paso a la contra de los estilos «oficiales»: los poetas campesinos, abanderados de la Revolución, los poetas de la derecha, y Octavio Paz, cuyo magisterio en la literatura mexicana los impele a atacarlo, boicoteando sus recitales y conferencias.

La novela comienza exactamente con una descripción de los talleres literarios alrrededor de la UNAM, contra los cuales los poetas real visceralistas dirigen su repulsa, concentrando sus ataques, en un primer momento, en el taller de Julio César Álamo, alter ego del escritor mexicano Juán Buñuelos. Los poetas quieren romper con la tradición literaria mexicana. Pero nada más lejos de la realidad, frente a esta aparente ruptura, tenemos más bien una selección de las influencias, sin ir más lejos, Bolaño dirige su mirada hacia la vangurdia mexicana y ante la disyuntiva entre «contemporáneos» y «estridentistas» opta por los segundos. Esa elección determina una de las tramas estructurales de la novela, la búsqueda de Césarea Tinajero (Concha Urquiza), insinuada en la primera parte, que ocupa los tiernos episodios de su amigo Amadeo Salvatierra (segunda parte), y que es el eje de la última parte. Esa poeta cuya obra parece reducirse a un críptico poema visual, sin más palabras que las del título y que, cuando por fin es encontrada, muere llevándose sus secretos a la tumba, más aún, dejando al poeta García Madero como único depositario de sus cuadernos
.

Mientras que la última parte es la continuación cronológica de la primera, la segunda parte, intercalada entre ambas, es la más extensa, y pone en juego un interesante ejercicio narrativo, podemos denominar la técnica utilizada como «falso documental». Los personajes centrales, el grupo originario del real visceralismo (Ulises y Belano), aparecen retratados por diferentes personas en múltiples monólogos que avanzan cronológicamente, aunque los espacios sean múltiples y el tiempo, en ocasiones, experimente retrocesos. El arco temporal abarca desde 1976 hasta 1996. Belano y Ulises Lima no tienen voz en estos monólogos, mejor aún, si la tienen, es de manera indirecta a través de lo que esos personajes dicen que ellos, o de lo que, en algún momento, dijeron.

Los testimonios son, en muchos casos, contradictorios y se aprecia una cierta mitificación, positiva y / o negativa, de estas dos figuras centrales, fundadoras del real visceralismo. La última parte de la novela retoma exactamente el momento en que se corta la primera parte, con Belano, Ulises, Lupe y García Madero saliendo de México DF, se trata de una suerte de road movie hacia los desiertos de Sonora, en busca de Cesárea Tinajero y en la cual, los cuatro personajes son perseguidos por Alberto, el «padrote» de Lupe.

Se trata, como hemos dicho, de una novela con múltiples perspectivas, lo que provoca la selección de tantos idiolectos como personajes, ya que cada personaje, de acuerdo a su procedencia, a su experiencia vital o a sus peculiaridades fisiológicas, tiene una forma de hablar determinada. Es esta multiplicidad de personajes lo que provoca la gran expresividad del lenguaje en la novela. En este sentido, podemos citar uno de los parlamentos del personaje Bárbara Patterson:

Viejo puto mamón de las almorranas de su puta madre, le vi la mala fe desde el principio, en sus ojillos de mono pálido y aburrido, y me dije este cabrón no va a dejar pasar la oportunidad de escupirme, hijo de su chingada madre. Pero yo soy tonta, siempre he sido una tonta y una ingenua y bajé la guardia. Y pasó lo que pasa siempre. Borges. John Dos Passos. Un vómito como al descuido empapando el pelo de Bárbara Patterson. Y el pendejo encima me miró como con pena, como diciendo estos bueyes sólo me han traído a esta gringa de ojos desvaídos para cagarle encima, y Rafael también me miró y ni se inmutó el enano ojete, como si ya estuviera acostumbrado a que me faltara el respeto cualquier viejo rancio de pedos, cualquier viejo estreñido de la Literatura Mexicana. Y luego va el viejo puto y dice que no le gusta el magnetófono, con lo que me costó conseguirlo, y los lambiscones dicen okey, no hay problema, redactamos aquí mismo un cuestionario, señor Gran Poeta del Pleistoceno, señor, en vez de bajarle los pantalones y meterle el magnetófono por el culo.

En la novela, por lo tanto, se entremezclan realidad y ficción, se trata de un homenaje sin paliativos ni endulcoramientos de Bolaño a aquella generación de poetas adolescentes a la que perteneció. Aparecen sus bajezas más deleznables, sus titubeos y dudas, sus momentos de grandeza y esplendor. Se recrea también su horizonte de referencias y modelos, desde la generación beat hasta el poeta Bulteau y su Manifiesto eléctrico, pasando por los estridentalistas mexicanos. En este sentido, entre la aparente des-politización de la mayor parte de los personajes, aparece la sombra de la Revolución cubana y la emancipación latinoamericana, sobre todo en el episodio del viaje de la comitiva de escritores mexicanos a Nicaragua, país que en ese momento estaba inmerso en su periodo revolucionario.

Novela-ensayo. En la novela, como corresponde a una ficción acerca de la vida de un grupo de jóvenes escritores, encontramos en varias ocasiones un claro estilo ensayístico, a veces parodiado (como ocurre en la catalogación de los poetas contemporáneos en «maricones», «locas» y «mariquitas» –que nos recuerda al donoso escrutinio del Quijote–, donde se califica a la novela de heterosexual, a la poesía, frente a la novela, de homosexual, y al cuento de bisexual, p. 83), y, sobre todo, cuando se trata de emitir juicios acerca de la tradición literaria, lo cual viene dado por la selección de los personajes, casi todos ellos relacionados con el arte y, especialmente, con la literatura. La actitud de estos jóvenes poetas es antisocial y mantienen en todo momento una actitud de outsiders, son los exponentes de la contracultura y por eso se les identifica en varios momentos con la beat generation. Consumen y trafican con drogas, y casi nunca tienen dinero.

En este contexto hay que entender el boicot al gran poeta mexicano Octavio Paz que, hacia el final de la segunda parte, en el parlamento correspondiente a Clara Cabeza, secretaria de Paz, se presenta como una pose antisocial más que un convencimiento argumentado. Se le ataca porque representa el arte institucionalizado, no por la calidad de su obra. Es el grito rabioso de un colectivo al que se le cierran todas las puertas por su esencia subersiva. Representan la periferia de la cultura, pues los infrarealistas no entran en los cánones establecidos. En este sentido, la poesía aparece definida, más que cualquier otra cosa, como una forma de vida, una actitud, y no tan sólo escritura.

El sexo. En la novela es muy importante el papel del sexo, aunque los dos personajes principales, envueltos en un halo de ambigüedad, sean calificados en algunas ocasiones de asexuales (y en otras de homosexuales). Dos de las mujeres del grupo se entregan a la promiscuidad, el caso de María Font es el más notable, ya que acaba acostándose con gran parte de los poetas real visceralistas. El grupo se caracteriza por las relaciones endogámicas. Uno de los personajes de la novela es la prostituta Lupe, que le sirve a Bolaño para reflejar el mundo del proxenetismo en el México DF. Varios de los personajes son reconocidamente homosexuales, cuestión que se trata con la mayor naturalidad, aun cuando algunos personajes manifiesten una actitud abiertamente homofóbica. En este sentido, trazando otro paralelismo con la beat generation, es de sobra conocido el papel de la homosexualidad y la libertad sexual en los autores beat.

Ulises Lima. Este es el personaje central de la novela, su nombre real fue Mario Santiago Papasquiaro. Se trata de un extraño personaje que hizo de su vida un acto poético: «si he de vivir, que sea sin timón y en el delirio». Consumidor habitual de drogas, bohemio y pobre de solemnidad, el propio Bolaño dijo de él que no paraba de leer ni cuando se duchaba, por eso cuando le dejaba libros se los devolvía siempre mojados. Vivía en pensiones lúgubres y viajó como un vagabundo por muchos países: Israel, Francia, Nicaragua… Poeta magnífico, su obra no fue reconocida hasta después de su muerte. Desprende una aureola de fatal atracción, y no deja indiferente a nadie. En torno a él gira gran parte de la novela.

viernes, 25 de mayo de 2012

Tópicos comunes en algunos relatos y poemas de Mario Benedetti





En este artículo, pretendemos mostrar algunas de las relaciones que se establecen en la obra literaria de Mario Benedetti entre sus relatos y sus poemas. Dividimos el análisis en dos partes.

En la primera parte estudiamos las similitudes temáticas entre el relato «El resto es selva», 1961, del libro Montevideanos, y su correspondencia en poemas anteriores o contemporáneos. Ocurre, en muchas ocasiones a lo largo de su obra literaria, que la temática que anticipa en su obra poética es retomada posteriormente en su obra narrativa. En este primer apartado observamos la búsqueda de una emancipación cultural de América Latina. Su obra trasciende las fronteras de Uruguay y manifiesta un claro sentimiento latinoamericanista. Se contraponen las costumbres de EEUU con las costumbres de América Latina.

En la segunda parte, nos detenemos en otro de los temas recurrentes en la obra del autor uruguayo, en este caso se trata del tema de los torturadores. Mario Benedetti trata este tema de manera peculiar, intentando reproducir el cargo de conciencia que la represión y la tortura produce en los represores. Esto le lleva, tanto en su obra narrativa como en la poética, a reflejar el flujo de conciencia de los torturadores en una especie de monógos interiores.

Procederemos de manera esquemática, mencionando los elementos más importantes en relación a estos dos temas, que dan una idea del posicionamiento ideológico del autor uruguayo.


a) «El resto es selva», 1961 (Montevideanos) // «Cumpleaños en Manhattan» (1959), Poemas del hoyporhoy (1959-1961)


1. Las muchedumbres y su ritmo monocorde al caminar sirven como contraste para diferenciar al protagonista, de origen latinoamericano, que en medio de esas multitudes veloces, camina lentamente y, a veces, se detiene.

E.R.E.S (El resto es selva)
«Asquerosamente puntuales»

C.M. (Cumpleaños en Manhattan)
«Todos caminan
yo también camino
a veces me detengo
ellos no
no podrían»


2. El motivo de los chicles como marca de identidad. Uniformación de las costumbres. El chicle como símbolo del capitalismo.

E.R.E.S
«No quería desengañarlo, eso era todo. Igual que si a él, mañana o pasado, alguien lo convenciera de que los yanquis no mastican chicles»

C.M.
«millones de mandíbulas
que mastican su goma»

«y el mexicano que aprendió a mascar chicles»


3. Diferencias culturales en el ocio, por ejemplo, en lo referente a la música.

En el relato, música casi inaudible, pocos bailes, «Farias nunca había asistido a una diversión tan desolada»: en la forma de divertirse también ve grandes diferencias. El protagonista alterna un sentimiento de provincianismo que oscila con el rechazo: «asqueroso bourbon».

C.M.
«tengo unas ganas cursis
dolorosas
de ver algo de mar
de sentir como llueve en Andes y Colonia
de oír a mi mujer diciendo cualquier cosa
de escuchar las bocinas
y de putear con eco
de conseguir un tango
un pedazo de tango
tocado por cualquiera
que no sea Kostelanetz»


4. El caso aparte de los negros. Identificación con los latinoamericanos.

En El resto es selva, diferenciación de los negros, encarnada en el personaje de Eddie: «el único quizás que le había dicho una cosa inteligente: “Ustedes los latinoamericanos siempre se interesan por el problema negro en los Estados Unidos y además empatizan con nosotros. Yo me he preguntado por qué será. Y he llegado a la conclusión de que debe ser porque el Departamento de Estado a ustedes los trata como a negros”».

C.M.
«las tres clases de seres más vivos de este Norte
quiero decir los negros
las negras
los negritos»


5. Relaciones de dominación capitalistas, neoimperialismo

El lenguaje como la principal marca de identidad, los emigrantes van perdiendo progresivamente su identidad, aunque no del todo: «Las mesas eran atendidas por unas indiecitas que hablaban español con acento inglés, e inglés con acento español»

Es precisamente la explotación económica la que provoca la unidad entre latinoamericanos gracias a la explotación: «Uno venía de Cuajiniquilapa y otro de Valdivia, pero algo tenían en común: la fruta guatemalteca y el cobre chileno que les explotaba el gringo. Ése era el idioma único, latinoamericano, en que se entendían». Frente a Guatemala y Chile, Uruguay parece tener otro estatuto para los norteamericanos: «Ustedes los uruguayos tienen la suerte y la desgracia de que Estados Unidos no precise la lana. No les compra. Y no los explota. No los indigna».

C.M.
«tengo sed y me cuesta
diez centavos de dólar
otro jugo de fruta
con gusto a Guatemala»

«entonces los becarios colombianos
y los taximetristas andaluces
y los napolitanos que venden pizza y cantan
y el mexicano que aprendió a mascar chicles
y el brasileño de insolente fotómetro
y la chilena con su amante gringo
y los puertorriqueños que pasean
su belicosos miedo colectivo
miran y reconocen mi renguera
y ellos también se aflojan un momento
y dan un solo paso melancólico
como los autos de la misma marca
que se hacen una seña con las luces»


6. Confort anestesiante de la sociedad urbana esadounidense, desnaturalización, evasión de la realidad.

E.R.E.S
La evasión de la realidad a través de drogas, bebida, comida o poesía. Episodio de las viejitas.

Contraposición entre el «asado del Cono Sur» y la parrilla-picnic en Estados Unidos.

«Aquel fuego civilizado y sin problemas». TV en el picnic.

C.M.
«pero también es bueno
sentir alguna vez un poco de ternura
hacia este chorro enorme
poderoso
indefenso
de humanidad dócilmente apurada
con la cruz del confort sobre su frente
un poco de imprevista ternura sin raíces
digamos por ejemplo hacia una madre equis
que ayer en el zoológico de Central Park
le decía a su niño con preciosa nostalgia
look Johnny this is a cow
porque claro
no hay vacas entre los rascacielos»




b) «Miles de ojos», Despistes y franquezas (1989) // «Torturador y espejo», Letras de emergencia (1973); «Noche de sábado», Letras de emergencia (1973); «Hombre preso que mira a su hijo», Poemas de otros (1974)

El tema de los torturadores y los torturados es un tema recurrente en la obra literaria de Mario Benedetti, tanto en sus cuentos como en sus poemas. Aquí presentamos sólo una muestra de las diversas variantes que puede tomar este tema.

En el relato «Miles de ojos», Despistes y franquezas (1989), escrito después de la dictadura, se trata el tema de la amnistía a los agentes de la dictadura (la ley 15.848 –o Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado–, promulgada en 1986 por el gobierno democrático, fue confirmada por el pueblo uruguayo en dos oportunidades: referéndum de 1989 e iniciativa popular de 2009).

En este relato se presenta a un torturador ante el anuncio en todos los medios de comunicación de la mencionada amnistía. Pese a lo que sería esperable, el personaje no se siente tranquilo con esta ley, todo lo contrario, su nerviosismo y su ansiedad van en aumento, hasta el punto que cualquier encuentro con otras personas le produce una gran inquietud. Pero en realidad esa intranquilidad sólo está en su cabeza, se trata aquí el tema de la propia conciencia, ya que, aunque las leyes perdonen a los torturadores, su conciencia no les perdona, ese será su mayor castigo.

La conciencia del torturador aparece simbolizada por los «miles de ojos» que aparecen en sus sueños, cuando el inconsciente se apodera de la mente:

Quería descansar. Abrió la cama, se quitó la ropa (siempre dormía desnudo) y tomó un somnífero suave, suficiente par descansar unas horas. […] Experimentó un cosquilleo de satisfacción cuando advirtió que sus ojos se iban cerrando. Sólo cuando estuvo profundamente dormido, comenzó a recorrer un corredor en tinieblas, una suerte de túnel interminable, cuyas paredes eran sólo ojos, miles y miles de ojos que lo miraban, sin ningún parpadeo. Y sin perdón.

Este símbolo de los «miles de ojos» como reflejo de la conciencia del torturador aparece también en un poema titulado «Torturador y espejo», Letras de emergencia (1973), cuyo insistente estribillo dice así:

No escapes a tus ojos
Mírate
así

Los siguientes versos abordan también la idea de que el torturador es perseguido por su conciencia, aunque las leyes lo hayan amnistiado:


Te metiste en crueldades de once varas
y ahora el odio te sigue como un buitre

no escapes a tus ojos
mirate
así

aunque nadie te mate
sos cadáver

aunque nadie te pudra
estás podrido

En «Hombre preso que mira a su hijo», Poemas de otros (1974), se recrea la otra cara de la moneda, es decir, se habla desde el punto de vista del preso político que ha sido torturado, y se alude a la memoria histórica, a través de la comunicación entre padres e hijos, para que nunca se olviden aquellos terribles episodios represivos.

Botija aunque tengas pocos años
creo que hay que decirte la verdad
para que no la olvides.

Por eso no te oculto que me dieron picana
que casi me revientan los riñones
todas estas llagas hinchazones y heridas
que tus ojos redondos
miran hipnotizados
son durisimos golpes
son botas en la cara
demasiado dolor para que te lo oculte
demasiado suplicio para que se me borre.

En el poema «Con permiso», de Quemar las naves (1969), Benedetti reincide en la caracterización del torutrador como un ser que tiene una doble vida, su vida de hogar, donde puede ser un padre y esposo amoroso e intachable, y su vida como agente represivo del gobierno, donde se convierte en una especie de monstruo. Esta segunda vida es la que no le permitirá tener la conciencia tranquila en ningún momento de su vida. Aparecen varios símbolos que aparecerán más tarde en el relato «Miles de ojos», tales como el espejo y los ojos (símbolos de la conciencia) o el poder del inconsciente, donde surgen las inquietudes sublimadas:

deja el corazón en el hogar junto a los menos o en el
apartamento de su hembrita tercera a fin de no
comprometerlo cuando ultima a los heridos de ojos
abiertos

el violento authorizado poro a poro te odia pero sobre todo se
aborrece a sí mismo y como todavía no puede
reconocerlo sabe que en el espejo ha de encontrar
puntual su arcada indivisible su minifundio de
vergüenza

tortura así con la boca seca malbaratando de ese modo sus
insomnios y sabiendo muy en el fondo que todo es
una gran postergación inútil porque la historia no es
impaciente pero mantiene sus ficheros al día

el violento autorizado tiene una descomunal tijera para cortar
las orejas de la verdad pero después no sabe qué
hacer con ellas

no entiende de símbolos y lo bien que hace porque todo las
calles las ventanas los ojos las paredes el cielo los
puños los dientes son mercados de símbolos son
ferias donde el futuro se ofrece como pichicha
inesperada

el violento autorizado se mete en sus metales en sus fortalezas
semovientes en su noche expugnable pero como deja
un huequito para respirar por ahí se cuela no la bala
perdida sino el guijarro

tiene miedo y lo bien que hace



Los correlatos entre la poesía y la prosa de Mario Benedetti son muchos, además, en algún caso, las fronteras entre los géneros se borran, podemos encontrar extensísimos poemas con versos muy largos y versículos, una novela en verso como El cumpleaños de Juan Ángel, etc.

En cuanto a los motivos temáticos, efectivamente, se entrelazan en su obra narrativa y poética. La obra de Mario Benedetti constituye una suerte de memorias, sobre todo en el caso de la poesía, ya que el itinerario vital y el histórico se entrelazan. Benedetti, comprometido con la Revolución cubana, exiliado por motivos políticos, tuvo una relevancia política considerable (Red de escritores latinoamericanos).

Aunque en los comienzos, su obra representa el punto de vista del ciudadano latinoamericano, en especial de la clase media, su evolución ideológica va desde un punto de vista pequeño-burgués a un activismo de izquierdas cada vez más combativo.



jueves, 24 de mayo de 2012

Reseñas 1

1. Pedro Páramo, Juan Rulfo Un carácter, según sus propias palabras, marcado por ciertos sucesos de infancia: la Revolución mexicana, la Rebelión cristera. «En mi familia todos los hombres mueren a la edad de treinta y tres años y asesinados por la espalda». Estado de Jalisco. Sayula. Región turbulenta, prolífica en asesinatos y revueltas. Muerte y soledad, orfanato-reformatorio. Gran disciplina, sistema carcelario. Soledad y depresión. Ambiente posrevolucionario, cuando el hombre, que trae el impulso de la violencia, no se acostumbra a otro tipo de vida. El ambiente puede parecer tranquilo, pero la presencia de estos individuos de tanta vida crea inseguridad. En pocas ocasiones dos nombres propios en la literatura aparecen tan ligados. Personaje y autor, igualmente conocidos, reconocidos. Podría decirse que uno se encuentra en las antípodas del otro: el primero, personaje de ficción, prototipo de cacique latifundista en la primera mitad del siglo XX, hecho a sí mismo a través de la coherción y del uso de las más variadas artimañas, las cuales incluyen, como suele ser habitual en estos casos, la extorsión, la violencia y el abuso de poder; el otro, Juan Rulfo, un personaje de carne y hueso, una personalidad dicen que enigmática, introvertida, poco amiga de multitudes y reconocimientos, creador de dos obritas, dos monumentos de la literatura hispanoamericana y universal. En esta obra, Juan Rulfo nos ha dejado como legado una ficción tamizada del color de sus recuerdos de infancia, donde el paisaje, apenas esbozado, se siente opresivo y desnaturalizado, en cierto sentido espiritual y, sobre todo, simbólico. Es el paisaje de una ciudad de muertos, muerta ella también, aislada y perdida en algún lugar próximo de Sayula. Pareciera que para llegar a ella es necesario primero sentir la proximidad de la muerte, y embarcarse después en un viaje incierto por senderos pedregosos y polvorientos. Pareciera, incluso, que no es una ciudad que se pueda encontrar, sino que ella, la ciudad, ha de encontrar al viajero, desorientándolo con nieblas puntuales, agobiándolo de calor. Y entonces, éste ha llegado. Eso es lo que ocurre con Juan Preciado, que regresa al pasado de su vida, a la juventud de su madre, en busca de un padre putativo, y lo que encuentra es a un hermano, a una casi madre, y multitud de ecos insistentes que, como elemento común, llevan la marca del contacto con el patriarca, el propio Pedro Páramo, omnipresente «rencor vivo» entre zopilotes y ruinas. Ese es Pedro Páramo, el punto en común de esta novela coral en la que todos y cada uno de los personajes son el contrapunto a través del cual se puede acceder al cacique. Comala, el comal ardiente, es su territorio, así como la Media Luna. El espacio mítico en el que todavía resuenan los golpes de los cascos del caballo de su único hijo reconocido: Miguel Páramo, los lamentos de la única mujer que amó: Susana, y las tribulaciones angustiosas de tantos otros cuyas vidas giraron en torno a él. Se necesitan tres lecturas para entenderla, dijo Rulfo. No importa, los ecos de aquellas voces persistirán eternamente. El tiempo y el espacio están rotos, lógico, ya que «se trabajó con muertos», apunta el autor. Esos personajes aparecen, y después desaparecen, y más adelante vuelven a reaparecer, porque se trata de una novela de fantasmas que se materializan, que cobran vida y de pronto la vuelven a perder. Personajes sin rostro, sólo sentimientos de otro tiempo, un tiempo que parece fuera del tiempo. Personajes que hablan, se ha dicho, como habla el pueblo, «pero ellos no hablan así», diría Rulfo, sino que en su obra existe una clara transposición literaria del habla mexicana, transposición que no deja de transmitirnos la sensación del lenguaje profundo, del aguerrido mutismo, de la cavernosa introspección, de la parquedad impactante. Escasa adjetivación, preminencia del sustantivo. Las alusiones a los diversos espacios, la descripción del paisaje, en muchas ocasiones son pinceladas que provienen del diálogo entre los personajes, o son apuntadas brevemente por el narrador que en ocasiones emerge, pero que por lo general prefiere dejar vía libre a la expresión de los propios personajes. Fragmentación narrativa, dislocación estructural, series de narraciones que se entrecruzan, como corresponde a un material sobrenatural, en un mundo que ya no existe, del cual sólo tenemos, otra vez, los ecos de los horribles acontecimientos que una vez tuvieron lugar. Ante nosotros pasa la infancia de Pedro Páramo, la ausencia temporal y su regreso a la muerte de su padre, cuando decide tomar las riendas de la región y así vengar la memoria de su padre, asesinado en (no tan) extrañas circunstancias. Y más tarde el amor, y la muerte de la amada, cuyo velorio sagrado el pueblo no respeta al confundir los tañidos fúnebres de las campanas con el anuncio de la festividad. He aquí otra muerte que vengar, pero esta vez con el peor de los castigos, un cruzarse de brazos y que se muera la ciudad. Efectivamente, la apatía de Pedro Páramo, su parálisis, determina el éxodo masivo de los habitantes de esta región de tierras yermas. Tan fácil como eso, sentarse a esperar la muerte sin fe ni esperanza o ilusión, y, finalmente, derrumbarse como un montón de piedras sobre el suelo polvoriento y ardido de Comala. Y entonces permanecer latente, por sobre el coro de voces. Ciertas similitudes con José María Arguedas resultan interesantes, la personalidad compleja, traumatizada, el contacto directo y perdurable con las clases populares, la soledad de la infancia, el orfanato, la destrucción saturniana de sus propias novelas, el choque de culturas. Ambos abren su prosa al desvarío prolífico de personajes irracionales, invocando a través de ellos el imaginario en el que se inscriben, recreando la textura aproximada de un sistema de creencias que se aleja de los parámetros del convencionalismo occidental, en el caso de Rulfo, el imaginario del Estado de Jalisco, en el caso de Arguedas, el de los quechuas peruanos. ¿Influencia en los escritores actuales? Precursor del boom, etiqueta sobre etiqueta. Más de un crítico odia los marbetes genéricos. Sin embargo, puede decirse que señala un camino, un camino que ahondarán los escritores del realismo mágico. Encontraremos en García Marquez algunos de sus fetiches, en Rebeca comedora de tierra, en la llegada a pueblos remotos de espectáculos populares como el circo, en la creación de un espacio simbólico (obvio) como Macondo, en la presencia vivificadora de ciertos muertos que se resisten a morir. Carlos Fuentes con su Artemio Cruz (otros dos nombres inseparables) establecerá un puente a esta obra con su descripción del período revolucionario mexicano, con su fusión de lo onírico y lo crudamente real. Muchos años después, su obra sigue siendo recordada como lo que es, unas páginas condesadas de lirismo y emoción, una prosa sugestiva que introduce al lector en un ambiente claustrofóbico y sin salida, cerrado sobre sí mismo y presidido por la muerte, una muerte llena de vida.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Maradona o la soledad de los dioses

Circulan por youtube unos segundos históricos para la historia de la cultura popular, momentos en los que El Elegido, guiado por una lucidez sobrenatural, sabe que está llamado a ser un héroe. Ese resplandor, en su caso, surgió a los siete años. Alguien, asombrado por el desempeño futbolístico de un muchacho que destacaba sobre todos los demás, se aproximó con una cámara y decidió grabar el prodigio. El chaval tiene tiempo para realizar unas cabriolas, dando toques al balón con el pié, el muslo, el pecho, la cabeza, y después responde a una pregunta típica: «¿Cuál es tu mayor sueño?» —Y… mis sueños son dos: defender la camiseta argentina y ganar un mundial. Desde luego esa lucidez resulta inexplicable. ¿Cómo pudo vislumbrar su destino? ¿Qué descaro es ese? Como si nada, sin apenas inmutarse, el muchacho de la Villa Fiorito encara al videoaficionado y, con toda la seriedad del mundo, le dice que quiere ganar un mundial, así, como quien comunica un secreto a media voz, pero sin titubeos, consciente de que se le oye bien. Ese fue el primer milagro de los muchos que vendrían, tanto dentro como fuera de los estadios. Su origen, no podía ser de otra manera, fue humilde, demostrando que el futbol, pese a su aristocrático origen –de británica flema–, es actualmente el verdadero pan del pueblo, si es que todavía se puede usar esta palabra. Fue congregando multitudes, haciéndose fuerte entre algodones, dedicado en cuerpo y alma a su prédica futbolística. Compartiendo las horas con su amuleto la pelota, aprendió a relacionarse con ella y a mimarla hasta niveles insostenibles. Era saltar al césped y todo lo demás desaparecía, ella, la pelota, lo seguía donde quiera que estuviese, se encaprichaba de él y ya no lo quería soltar. Vivía con brujula y en lo divino. Fueron los buenos tiempos, pero no los más gloriosos, esos sólo llegan después de grandes trabajos y muchos sufrimientos. Más tarde fueron las malas compañías en noches frenéticas, los viajes transoceánicos, los yates, las mujeres, las drogas. La tentación lo vence. Sólo es uno de las pruebas en el difícil camino iniciático. Quizá el más duro. Su imagen embriagada, atónito y desorientado, recorre todos los telediarios del mundo. Pero milagrosamente se recupera, regresa a su mujer e hijas y anuncia su próximo regreso al templo, donde lo esperan los fieles para darle un cálido homenaje en cuanto demuestre que sigue siendo Él. Porque tropezó una vez y ¿quién está libre de pecado?, porque un chico de la calle es visceral, e inmaduro, y probablemente ciclotímico y algunas cosas más. Ése no será el último milagro, seguirá acumulando fieles, testigos de sus grandes batallas y episodios bélicos, porque un profeta que no está reñido con la caricia puede ser a veces tosco y brutal, e incluso vulgar: un gordo mofletudo y con pinta de gánster, en cuyo corazón anidará siempre un pájaro de terror. La última prueba antes de morir por los hombres aconteció sin preámbulos ni síntomas previos, el sol brillaba sin complejos esa mañana, Él se recuperaba en casa, en compañía de su familia después de una larga temporada en una clínica de desintoxicación. Meses despúes de salir del hospital, contaría a la prensa lo sucedido, explicando que estuvo cara a cara con la muerte, y de repente sintió que algo lo arrebataba a sus fauces. Eso, para mí y para muchos otros investigadores, demuestra técnicamente su divinidad: murió y, como Jesucristo, resucitó de entre los muertos. La enésima reencarnación del astro, El Elegido para llevar el amor a casa de los pobres, volvía a teñir de color la grisura cerviz de la realidad cotidiana. Se le vio en mítines, apostrofándo, debatiendo codo a codo con las grandes líderes del momento, sus contemporáneos, elegidos tambien ellos por gracia divina, súcubos ancestrales clavando sus garras en la espalda del pueblo. Y desde lo alto de la palestra, ante las cámaras, continuó con sus prédicas, pero ya en los anfiteatros, contagiado por las gentes, uno con ellas, en un matrimonio similar al del pastor con su rebaño. Increpó a los fariseos, los roñosos poderosos e impostores que santifican en vano. Luchó incansablemente contra Joao Avelange, su principal enemigo, quien tantos sufrimientos le causó con sus decisiones cuestionables y salomónicas. Pero regresó, cuando nadie lo esperaba, se puso a dieta y se autoinfringió una disciplina estoica. Irreconocible, renovado, más maduro y responsable, y escribío más páginas inolvidables en el libro de la Historia. Pero hubo recaidas, siguió ostentando su personalidad (no tan) contradictoria, se le vió disparando a los paparazzi con su escopeta de aire comprimido, hombres corpulentos trepaban los muros de la mansión y descendían apavorados, sintiendo en sus carnes el rigor de su cólera. En el último documental de Kosturika, de final apoteósico, reunidos en íntima ceremonia, amigos, parientes y unas decenas de fieles corean al Elegido mientras una banda entorna los primeros acordes de una cumbia que cuenta sus gestas. Visiblemente emocionado, Él se levanta, totalmente abstemio sube al escenario y comienza a cantar. Se sabe de memoria la letra de esta canción. Después de tantos trabajos, diríase que el héroe se merece un descanso. Pero no, empecinado regresa a los templos, y continúa oficiando, esta vez en las entretelas de esos circos donde los grandes guerreros se dejan la piel. Dirigiendo escuadrillas de 10 soldados más el arquero, el Gran General se siente frustrado y quisera salir al campo de batalla, para dar su vida, una y otra vez, por los hombres. Pero este Dios tiene los pies de barro, es un Dios humano, encarnado, y volverá a tropezar. Licença Creative Commons
Maradona o la soledad de los dioses de Urbano Estrella é licenciado sob uma Licença Creative Commons Atribuição-Uso não-comercial-Vedada a criação de obras derivadas 3.0 Unported.
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Los tres estigmas de Palmer Eldritch (1964), Philip K. Dick

Según Emmanuel Carrere, en la biografía novelada que escribió sobre Philip K. Dick, la obra de este escritor está determinada por un princip...