miércoles, 30 de mayo de 2012

El testigo (2004), de Juan Villoro

En la estela del Sergio Pitol de Tríptico del carnaval, nos encontramos con esta maravillosa novela de Juan Villoro, cargada de humor, carnavalización e ironía, novela «totalizadora» donde se intenta transmitir el espíritu de una época: la supuesta democratización del país (México) tras la caída del PRI.

El personaje, como ocurre en El desfile del amor, primera novela de la trilogía de Pitol, es un profesor universitario, un investigador que regresa al país después de una larga estancia en el extranjero y se reencuentra con su propio pasado. Si el protagonista de El desfile del amor es un historiador y su pretexto para indagar en su propio pasado es una investigación sobre la historia de México, en El testigo el protagonista es un profesor de literatura especializado en la poesía de la vanguardia mexicana, que se ve inmerso en una investigación sobre Ramón López Velarde.

La novela de Villoro está cargada de alusiones intertextuales, no sólo hacia la obra de Pitol, sino hacia otros autores, como por ejemplo, Roberto Bolaño, de quien toma la descripción de los bajos fondos de la ciudad, las alusiones a la cultura de masas y, sobre todo, en la búsqueda de un poeta vanguardista, Cesárea Tinajero en Los detectives salvajes, Ramón López Velarde en El testigo.

Diferentes estratos sociales aparecen retratados en la novela: la Iglesia, la oligarquía terrateniente venida a menos, el gremio de las sirvientas, los nuevos magnates de los medios televisivos y el resto de la fauna propia de este ámbito –presentadores, guionistas, productores, directores de seriales–, la clase política, traductores y especialistas en literatura hispanoamericana, el poeta maldito que vive en la calle, y un largo etcétera de prototipos sociales aparecen enmarañados en una turbia relación con el narcotráfico que parece impregnarlo todo.

Como telón de fondo, envolviendo no sólo al poeta Ramón López Velarde, sino también a la propia familia del protagonista, la Rebelión Cristera, como contrapunto violento a la acción de la Revolucion. La Rebelión Cristera, sólo tras la caída del PRI, puede ser tratada publicamente, ya que la anti-religiosidad revolucionaria no lo permitía. Este acontecimiento es recreado en toda su complejidad, presentando al pueblo alzado en defensa de su fé de manera poliédrica: sufrieron la violencia institucional, pero ellos mismos llevaron la violencia y el fanatismo hasta las últimas consecuencias.

El protagonista, poco a poco, va reencontrándose con los amigos de su pasado, con aquellos aspirantes a escritores que frecuentaban los talleres literarios (como ocurre en Los detectives salvajes), los cuales se han transformado en otra cosa, empresarios sin escrúpulos, drogadictos, mendigos. Julio Valdivieso, al regresar a México sufrirá un progresivo decaimiento físico y psicológico que lo llevará a momentos de desesperación, pero, por otra parte, experimenta un crecimiento personal al enfrentarse a ciertos sucesos de su vida (su infancia y la relación incestuosa con su prima) en la hacienda Los Cominos, lugar en el que convergen la peripecia personal del protagonista con la trama central del libro, que consiste en los preparativos para la grabación de una telenovela sobre la Rebelión Cristera en la hacienda de su familia.

Las reflexiones acerca de la obra de Ramón López Velarde, de la cual se incluyen gran cantidad de fragmentos y poemas completos, así como la reconstrucción de su itinerario biográfico e ideológico, lejos de presentarse como un punto aparte, encajan a la perfección en la progresión de la trama, contribuyendo a que ésta avance, clarificando ciertos pormenores o poniendo luz sobre algunos episodios de la vida íntima del protagonista. Esta investigación le da una dimensión ensayística a la novela de gran interés, donde se mezclan realidad y ficción. A la vida y obra de López Velarde están indisolublemente unidos, en esta novela, las conversaciones entre su tío Donasiano y el cura Monteverde, personaje este que merece una atención especial: él parece el más interesado en reivindicar la figura del poeta –ha atesorado grandes conocimientos sobre su vida y obra–, hasta el punto de que está dispuesto a conseguir su canonización como santo por una serie de supuestos milagros que éste habría realizado a lo largo de su vida. Como cada uno de los «sectores» en pugna, intenta utilizar a Valdivieso para sus fines, pero cuando advierte que los medios de comunicación de masas van a covertir la figura de Velarde en un mito televisivo, se echa atrás reivindicando una religiosidad más íntima, sosteniendo que igual que Cristo se presento ante unos pocos elegidos, el poeta Ramón López Velarde y sus milagros, deberían igualmente ser patrimonio de unos pocos, al menos de momento. Monteverde y Donasiano guían a Valdivieso continuamente en sus investigaciones sobre el poeta, el primero cediéndole miles de documentos llenos de polvo que ha ido recopilando a lo largo de los años, el segundo revelándole ciertos avateres que envolvieron su existencia. Y de este modo, la vida del poeta nacional se va entrelazando con la trama de la novela de una manera natural y aparentemente espontánea. Monteverde, por otra parte, nos pasa una imagen alternativa del estamento religioso, se trata de un sacerdote relativamente liberal, lúcido, muy dinámico, que siempre está ocupado, y que se desplaza en motocicleta. Aparece y desaparece de la vista de Valdivieso en momentos insospechados y en algunas ocasiones provoca la progresión de la trama, además de aportar detalles importantes acerca del poeta.

Otro de los detalles importantes de la novela es la trasformación que experimenta el propio Valdivieso, que va progresivamente asomándose a un precipicio, físico y psicológico, Félix Rovirosa (antiguo compañero y alto cargo del canal de tlevisión) lo extorsiona con la amenaza de sacar a la luz el hecho de que su tesis doctoral había sido un plagio, sus amigos van despareciendo asesinados, como ocurre con el Vikingo y Ramón Centollo, el Vaquero del mediodía, él mismo es amenazado de muerte y la policía le propina una soberana paliza, sufre un accidente de moto, se cae a un pozo, la relación con su mujer y sus hijas parece naufragar. Esta serie de desgracias nos presentan a un personaje que recuerda a veces al papel de Jack Nicholson en China Town, y provocan en el lector una empatía no exenta de cierto patetismo jocoso. El anti-héroe desciende a los infiernos, para alcanzar una verdadera «iluminación» debe degradarse hasta la animalización.

En conclusión, El testigo, es una novela «total», en la que el proceso histórico de México –revisionismo histórico– se entrelaza con la peripecia personal del protagonista. Una novela en la que la realidad sociopolítica del país aparece reflejada de forma poliédrica, muy compleja, y en la que no falta la descripción costumbrista –y profundamente crítica– del papel de los medios de comunicación de masas. La industria cultural tiene un papel destacado en la novela, el serial Por el amor de Dios, además de ser un proyecto empresarial capaz de producir mucho dinero, se presenta como capaz de intervenir en la «mente colectiva», presentando al país una determinada mirada sobre un proceso histórico que hasta entonces se había mantenido oculto. Esos acontecimientos que el serial va a retratar son la reformulación estética e ideológica de una investigación más o menos pormenorizada y científica, la del propio Julio Valdivieso, testigo accidental de unos hechos que tocaron muy de cerca de su familia.

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