miércoles, 22 de septiembre de 2010

QUIMERA 322

Un amigo, también profesor de la UFRJ (Victor Manuel Ramos Lemus), me envió un correo con esta preciosa historia: Un escritor que decide escribir él solo una revista especializada de literatura, monográfica, sobre la falsificación en la literatura. Lo cierto es que la revista es una publicación conocida en el sistema literario, con prestigio, lo que hace de la gesta de este escritor (Vicente Luis Mora) una feliz contribución para los anales de la literatura en lengua española. No he tenido el gusto de leerla, pero cuando regrese a España pienso conseguirla. Se trata de una obra metaliteraria, ya que reflexiona acerca de temas controvertidos de la teoría y la crítica literaria, pero también es una creación en sí, insólita por la envergadura de su ambición, ya que el autor tuvo que inventarse muchos pseudónimos e imitar el estilo de otros autores existentes que se prestaron a ser suplantados. En fin, lo mejor es que hablen los protagonistas de la historia. Ya sabeis, me gustaría que comentáseis vuestras impresiones... Espero vuestras respuestas.





Nota de prensa
El pasado 1 de septiembre se puso en circulación el número 322 de la revista literaria Quimera, cuyo dossier está dedicado a la falsificación literaria, al fraude, al fake y a cosas igual de interesantes que empiezan con la letra f. Desde esa fecha hemos recibido numerosos mails, tanto a la redacción como al canal interno de nuestra página de facebook, de personas que nos preguntan por algunos de los autores que en este número aparecen. ¿Quién es Yolimar Ford Echevarría? ¿Dónde se pueden conseguir los libros de Lorenzo Ibaterra? ¿Cuándo ha sido publicada la edición francesa de ese libro de Milo J. Krmpotic? Abrumados por la justificada curiosidad (y extrañeza) que ha desatado la mencionada edición, nos vemos forzados a revelar lo siguiente:
Quimera 322 es un experimento editorial propuesto e íntegramente redactado por el escritor Vicente Luis Mora.
Se trata, pues, de una metafalsificación en la que Mora ha realizado una ejercicio ejemplar: hacer del discurso una praxis. Mora no solo ha redactado todos los textos que conforman el dossier sobre falsificación, sino que ha escrito el poema, guionizado el cómic, suplantado a los columnistas, inventado a los entrevistados (y a los entrevistadores), ficcionado con la crítica y creado, en fin, una pieza periodística única en la que se funden las dimensiones teóricas y lúdicas, paródicas y críticas, de la creación literaria.
Dicho esto, les animamos a observar detenidamente Quimera 322, a comentarlo, y a reseñarlo como el libro que es.
Personalmente tengo que decir que ha sido un placer participar de este juego y agradecer a Vicente Luis Mora por hacernos cómplices de su trabajo.

http://www.revistaquimera.com/


El autor:

Sí, es cierto, lo confieso: he redactado el último número de la revista Quimera, el 322, correspondiente al mes de septiembre, desde la primera línea hasta la última, a través de 22 seudónimos y varios nombres reales que se han dejado usurpar por mí. Luego contaremos más sobre el qué, pero creo que debemos comenzar pensando el por qué lo he hecho.


Por qué

¿Cuál es el objeto, la tarea, el propósito que debe mover a un escritor de nuestro tiempo? ¿En qué debe o -más bien- en qué puede consistir la tarea literaria en nuestro entorno y en los albores aún de un siglo nuevo? Para mí que un autor se haga estas preguntas o no se las haga es nuclear como muestra de responsabilidad artística y, por lo común, su literatura suele ser parte de la respuesta implícita o explícita a ambas cuestiones. Respuestas que pueden ser diversas e incluso, y sin salir de obras valiosas, contradictorias. Un autor tiene derecho a decir que la tarea de la literatura en nuestro tiempo debe ser ahondar en la preocupación por el lenguaje; otro, que su misión es dar cuenta de los problemas sociales que nos acechan y angustian; otro, que posiblemente su razón de ser se encarne en una obra amena pero que no esquive cuestiones trascendentales y reflexivas; otro puede apuntar a un más allá estético configurado por inmutables valores inmanentes, y aun pueden existir autores que sostengan que el arte en general y la literatura en particular tienden a ser una interrogación por la condición humana o por la búsqueda de un sentido. En mi caso, según el día o según la obra, creo que la literatura es o puede ser todas esas cosas. Y también creo que escribir puede presentarse también como un modo de intervenir en lo real, de cuestionar nuestro mundo y también nuestra forma de pensarnos escritores o artistas. La literatura, como dijo Arnold hablando de la poesía, puede ser una crítica de la vida, y también una crítica de la crítica, y una vivencia artística de la vida. Entre estos dos últimos parámetros, como una forma de analizar nuestro sistema literario y sus formas de recepción y legitimación y también, y al mismo tiempo, como una forma activa de participar en los procesos artísticos con un gesto que va más allá de la propia escritura, ahí, nadando entre dos aguas, es donde se encuentra la intención que me ha llevado a escribir por completo una revista conocida y respetada en nuestro mundo editorial, con muchos años a su espalda de experiencia y trabajo. Hacerlo en una pequeña revista no tenía la dimensión transgresora, deliberante, cuestionadora, que aporta una revista enclavada en el centro de un sistema literario. Además, responde a mi antigua intención de hacer literatura en todos aquellos lugares que se posible, utilizando al efecto cualesquiera formatos existentes.

Damián Tabarovsky escribía en el número de Quimera anterior a mi atropello: “sé que la pregunta por los mecanismos de legitimidad de la literatura debe estar en la base de toda literatura. Es una pregunta que incumbe ante todo a los escritores y no sólo a los sociólogos”[1]. No pude leer este número veraniego hasta después de haberse publicado el de septiembre, al vivir fuera de España, y me parece ahora significativo y feliz que el propósito del número ficticio estuviera contenido en el anterior, sobre todo teniendo en cuenta que el propio Tabarovsky se dejó escribir por mí y autorizó que me hiciera pasar por él, demostrando que cuando opina que hay que preguntarse por los mecanismos de legitimidad en literatura (y el autorial, como él bien sabe, es uno de los más poderosos) se hace la pregunta no sólo con la teoría sino también con la práctica, en consecuente y coherente actitud.

El papel de la literatura en nuestro tiempo es un papel difícil, un papel ya en trance de desaparecer incluso como papel, para cifrar su permanencia en signos convertidos en píxels. La literatura, esto ya se ha dicho, tiene numerosos y dotados competidores que la dejan cada vez más sola en nuestros espacios de ocio y reflexión y sigue sin plantearse seriamente, esto ya se ha dicho menos, si la culpa de su postergación se debe a la amenaza externa o a la debilidad interna. Félix de Azúa explica en su espléndida Autobiografía sin vida cómo la literatura del XIX se configura en parte como una reflexión sobre sí misma después del revuelo romántico, y cómo la novela del XX puede explicarse en su mejor parte como la búsqueda a través de la prosa del poder de la palabra abandonado por la poesía. Podemos discutir hasta el hartazgo las secantes ideas de Azúa, pero no algo innegable que subyace en ellas: los grandes libros de ambas épocas buscaban algo. Qué debe buscar la literatura del 21, ésa es la cuestión. El número 322 de Quimera es mi propia respuesta a la pregunta.


Qué

No es esta la primera vez que algo así se hace, ni siquiera la primera vez que yo lo hago. Cuando estudiaba Derecho en Córdoba, entre mi amigo Francisco y yo elaborábamos por completo o casi por completo la revista estudiantil Talión, inventándonos diversos personajes y seudónimos para rellenar cada número. Sin tener conocimiento del precedente, antes que nosotros ya había hecho algo similar el crítico José Luis García Martín en la revista literaria de su universidad, seguramente amparándose en los Folletos literarios que Leopoldo Alas preparó por entero y bajo su seudónimo habitual, Clarín, desde 1886 y durante bastantes años. Karl Kraus también hizo durante años su publicación personal, si bien –creo- firmando en nombre propio. En este caso, el número 322 de Quimera tiene la diferencia de ser una revista general conocida, de circulación nacional e internacional, por lo que las dimensiones de la “intervención” son diferentes que en una publicación universitaria.

La idea me surgió en octubre de 2009 y la trasladé con pocas esperanzas de éxito, por la locura que suponía, a los por entonces tres directores de Quimera, quienes la recogieron, para mi sorpresa, con entusiasmo. Tras la marcha de Jorge Carrión y Joan Trejo de la revista dos meses después, continué el proyecto con Jaime Rodríguez Z., el actual director, que ha sido un paciente cómplice de todo este gigantesco engaño, cuyo secreto hemos logrado mantener hasta el final, incluso para colaboradores estrechos de la publicación. Debo decir que cualquiera que sea el valor transgresivo que este número supone, hubiera sido imposible si la propia revista y sus directores no hubieran avalado la operación, de modo que Quimera se convierte, gracias a su gesto, en la única revista de crítica y también de autocrítica de la literatura española actual.

El proceso ha sido muy lento: muchos años de recopilación de casos y temas antes, siete meses después de larga y paciente escritura del número, de todas sus secciones. Numerosos ejercicios de imitación de estilo para las secciones fijas de colaboración, firmadas además por nombres con un estilo propio y consolidado: Germán Sierra, Germán Tabarovsky, Manuel Vilas, Agustín Fernández Mallo: a todos ellos gracias por dejarse voluntariamente usurpar por esta escritura falsificadora y fantasma. Meses de imaginar colaboradores, seudónimos, cada uno con sus características de estilo, cada uno con su minibiografía. Meses de hacer fotografías equívocas o ambiguas. Meses de inventar libros supuestos, de escribir poemas para que los poemarios pareciesen reales, de frases para que las falsas novelas tuvieran verosimilitud, en un proceso abismante donde tenía que inventarme la escritura del crítico inexistente y también la del ficticio escritor reseñado. Meses de ingeniar decenas de argumentos, de tramas, de ideas y declaraciones apócrifas, de traducciones falsarias, de quiméricas editoriales, de increíbles obituarios. Meses de encarnar filósofos, escritores, estetas, profesoras especializadas en otros enredadores como Fresán o Bellatin, biógrafos, críticos venales. Meses de contar caracteres y de pensar sobre los fenómenos del hoax y la impostura literaria, leyendo a numerosos autores, para justificar las diferentes ideas de diferentes personae en el sentido griego del término, máscara mediante. Meses de aprendizaje. Meses de mucha diversión. Meses de regreso a la sensación de la escritura como vértigo, como salto sin red, como camino al vacío sin preocupación por el sendero de regreso. Meses de libertad creativa absoluta. Meses inolvidables.

En la “Entrevista mínima” del número de octubre contaré más cosas. Aquí terminaré diciendo que desde este momento, un libro titulado Quimera 322 se añadirá a mi nota bibliográfica, puesto que para mí lo publicado es algo más que un ejemplar o número de revista, para mí es un ensayo orgánico o más bien inorgánico sobre la falsificación literaria, llevado a cabo desde una falsedad editorial, de modo que se configura como una metafalsificación. Un ejercicio a medias literario y a medias performativo, que quizá sea lo único decente que he escrito en mi vida.

5 comentarios:

camila lee dijo...

¡¡Buenisimo!! ¡Qué idea tan buena la tuvo este tipo eh!
hemos estudiado sobre la metaficción en la materia de Teoria Literaria IV con la profe Marta Alkmin. Nos habló mucho sobre la internet y sobre qué es "hacer literatura" actualmente.
quiero leer la Quimera 322.

camila lee dijo...

bueno, ahora un coment más académico jeje. A ver, pues lo primero que me ha llamado mucho la atención es cuando el autor lista algunas definiciones de la "tarea de la literatura" para luego al fin decir que en su opnión, la tarea literária puede ser todas aquellas cosas y agrega que el acto de escribir es una manera de intervenir en lo real. Creo que al hacer su "trampa" en una revista conocida y respetada, ya nos enseña la relación que hay entre la literatura y el "status de literatura". Por eso, él afirma que por haber hecho en una gran revista su trabajo tuvo aun más un carácter transgresor y CUESTIONADOR.

¡asi que un OLE para este tipo!
en clase hablamos mas porque ya no se como seguir mi idea escribiendola jejeje

Iván Alejandro Ulloa Bustinza dijo...

Muy bien, Camila!!!

efectivamente, has recuperado uno de los párrafos más importantes de la explicación del autor, que se plantea cuáles la función de la literatura, y del arte en general en nuestro tiempo. Él cita posibles argumentos para esta interrogante: "algunos dirán que": la literatura tiene que indagar en el lenguaje desde un punto de vista formal y que su funcion es meramente estética; otros, que el arte tiene que preocuparse por las cuestiones sociales; otros, que tiene que plantearse dudas existenciales acerca de la razón de ser del der humano; otros, que su tarea principal es la de divertir... pero el autor cree que la literatura puede ser todas esas cosas a la vez, sin retringirse a ninguno de estos objetivos exclusivamente. En mi opinión, el autor consigue en su obra aunar varias de estas dimensiones, ya que construye un texto lúdico, que pretende divertir; se preocupa por cuestiones sociales como los mecanismos de legitimación del arte en la sociedad actual; quiere experimentar con los límites del lenguaje al imitar diferentes estilos... En vuestra opinión, ¿Cuál ha sido el objetivo del autor al escribir esta revista-libro? ¿ganar prestigio? ¿denunciar la falsificación en el arte o reivindicarla? ¿hacer un texto lúdico, divertirse, o criticar el ambiente académico-literario? Otra pregunta, ¿Cuál crees tú que es la función de la literatura y del arte en general? espero vuestras respuestas y cualquier comentario, ¡ánimo!

camila lee dijo...

Para mi el autor comprueba cómo la gente se interesa por lo que alguien (generalmente un crítico famoso) dijo, es decir, leen una obra porque esta en el top 10 de ventas o porque está en una famosa revista literaria. claro que si una obra está buena va a vender mucho. Sin embargo, muchas veces una buena obra no es divulgada porque le faltó dinero al autor, yo que sé, y también al reves, una obra es malísima, pero como el tipo tiene pasta, consigue una buena publicidad y, consecuentemente, vende mucho.
Pienso que la función de la literatura y del arte en general es expresar el "momento" (quiero evitar usar la palabra "realidad") desde el punto de vista de cada artista, pero dicho punto de vista no es "particular", sino que es algo que de alguna manera se comparte entre todos, ya que la gente (otros artistas y el público) se identifica. Ahi, encontramos tanto la crítica a lo que está ocurriendo -pienso que el arte y la realidad caminan juntas, es decir, el artista está conectado con lo que pasa al rededor, lo que genera una 'simultaniedad'- como la afirmación (por ejemplo, las obras religiosas).

PD: profe, ¿dónde estan los links de los cortometrajes ehhhhhh?

Anónimo dijo...

Profe, no se si es muy tarde para añadir un comentario, pero... estoy a cá. Me puse admirada con la creatividad y la capacidad del autor de dominar estilos, lenguaje, además de la parcería con la edición de la revista, autores 'clonados' con pemiso... algunas cuetiones alrededor de la produción literaria propiamente se puede observar: el prestigio, el mercado, el público cautivo que cree en determinado veículo de información y compra su idea aunque ni conozca quién la predica, la necesidad de las personas de eligir un 'porta-voz' que tenga coraje y espacio en la midia para hablar por ellas la verdad o la mentira, la realidad o la ficción... en algunas situaciones ya ni sabemos mas lo que las distingue.
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