jueves, 23 de mayo de 2013

Los siete locos, Roberto Arlt, 1929

  arlt En el contexto del modernismo latinoamericano, la prosa de Arlt levantaba todo tipo de suspicacias. Durante tiempo fue considerado un autor menor, un raro. Pero lo cierto es que la obra de este escritor se ha revalorizado, hasta el punto que se lo considera uno de los precursores de la nueva narrativa latinoamericana. Cortázar en su momento, y actualmente Ricardo Piglia, han sido los principales valedores de este nuevo prestigio. Su obra principal, Los siete locos, más allá de sus crónicas periodísticas, Aguafuertes porteños, nos presentan a un escritor adelantado a su tiempo, que si bien mantiene algunas características de la estética modernista, como la intensidad y variedad de las alusiones sensoriales, sobre todo cromáticas, nos ofrece una prosa directa y eminentemente humana. Sí, las múltiples bifurcaciones de la psique y sus requiebros y luchas en el seno de una mente angustiada constituyen la materia principal de Los siete locos. Se aprecia la influencia de los incipientes estudios psicoanalíticos y la sombra de Nietzche con su idea del Superhombre.

   En pleno auge de la lucha entre el fascismo y el comunismo, con la irrupción de las masas en las nuevas metrópolis y la estructura del capitalismo prebélico de la Segunda Revolución Industrial y de la Primera globalización -lo cual, en la Argentina de la época, condenaba a murchos trabajadores a unas condiciones difíciles. La obra de Arlt elije como antihéroes a los pobres y angustiados trabajadores de las clases bajas, sometidos a un régimen injusto y brutal que los condena a una existencia animalizada y falta de esperanzas. En este sentido, la urbe aparece por primera vez retratada con toda su complejidad, desde los lenocinios y prostíbulos hasta las grandes mansiones señoriales, pasando por las fábricas y los bares de mala muerte donde asesinos y delincuentes de poca monta, desesperados y chulos, alcohólicos y suicidas, taberneros brutales y obsesos sexuales se hacinan al calor del alcohol de alta graduación, en mostradores y mesas pringosas de aceite donde se acumula ceniza en grumos mientras urden golpes y planes aciagos. Ese lumpen es el origen del tango, puro en su generación espontánea, despojado del marketing posmoderno que lo transforma en otra droga de diseño, en una pieza de museo más.

   Este es el universo de Erdosain, el protagonista de Los siete locos, un individuo contradictorio y angustiado cuya sensación de fracaso e inutilidad lo conduce a actitudes deplorables manifestando comportamientos paranoicos. Algo hay de determinismo en este personaje, como él mismo reconoce cuando menciona el carácter sádico de su padre y las palizas que de él recibía, lo que le lleva a la apatía y la aceptación pasiva y resignada de los insultos y el acoso que sus compañeros le dispensan en el colegio. Así se forja un hombre, parece decirnos Arlt, inseguro y despechado, taciturno y introvertido, capaz de desatar en un momento dado todo el odio y los rencores acumulados durante años de resignación. Es la senda del perdedor, al que todos abandonan. Imposible hacer feliz a una mujer cuando se es un pobre de solemnidad. Los proyectos son quimeras para los parias. De nada sirven sus conocimientos técnicos y su deseo de patentar una flor galvanoplastica que lo catapulte hacia la riqueza.

   Se nos presenta a Erdostain casi tocando fondo, pues han sido descubiertos sus pequeños robos en el trabajo y, después, su mujer lo abandona por un militar. En ese estado, es carne de cañón. Cualquiera puede llegar y manipular sus sentimientos. Siente que no tiene nada que perder. Está angustiado y piensa en el suicidio. Entonces surge el pensamiento propicio: desea cometer un asesinato para probarse a si mismo, para ver hasta donde llega su grado de insensibilidad. Ha llegado a un punto en el cual su alienación como individuo le conduce a rechazar a la humanidad en general, y en concreto a ese bichejo desagradable que es Barsut, el primo de su esposa, el cual lo ha denunciado ante sus jefes.

   El Astrólogo es un personaje especial en la obra. Su sueño de crear una sociedad secreta destinada a sembrar el caos en el país merece una atención minuciosa que no abordaremos aquí. Baste decir por el momento que desea valerse de individuos desesperados como Erdostain, personas vapuleadas por la vida, que han atesorado un gran odio y cuyas cualidades son desperdiciadas en una sociedad que los ningunea y los trata como mera mercancía. En este punto, la esfera individualista propia de un Dostoyevsky, por ejemplo en Crimen y castigo, donde un individuo arrastrado por una locura cimentada en una soledad llena de angustia acaba por perder la noción de la realidad y comete un acto de violencia gratuito e irracional, se une a la esfera de la locura colectiva y el ímpetu antisocial de un individuo, en este caso el Astrólogo, que quiere canalizar esa energía de individuos alienados para implantar la dictadura del Superhombre, orquestando, desde su estatus de Hombre de las mentiras, un proyecto de dominación ciertamente apocalíptico que pasa por el exterminio de grandes sectores de la población.

  mabse

   Este proyecto, salvando las distancias, nos recuerda a la premonitoria película El legado del Dr Mabuse, de Friz Lang, donde el Dr Mabuse idea un plan para instaurar el Imperio el Crimen, un plan que pasa por atentados a compañías eléctricas, asesinatos y otras grandes catástrofes. La alusión al cine expresionista no es gratuita, nos interesa en cuanto está ligado a los movimientos vanguardistas del periodo de entreguerras. Los siete locos manifiesta algunas influencias del vanguardismo futurista y, más claramente, surrealista. Y posee también un sentido apocalíptico, tanto en los planes delirantes de esta secta que el Astrólogo funda junto a Erdostain y otros individuos como en la descripción de las condiciones sociales del Buenos Aires de esa época. Los conocimientos científicos de Erdostain son el acicate para las pretensiones aniquiladoras del Astrólogo, y en las divagaciones psicológicas del personaje imprimen un tono futurista y vanguardista a la prosa. El estilo de la prosa de Arlt ha dado lugar a variadas interpretaciones. Piglia habla de la influencia en su lenguaje de las traducciones españolas que Arlt leía, lo cual, sumado a la mímesis de la jerga bonaerense, daría lugar a una mezcla atípica de palabras y expresiones peninsulares y americanas, junto a galicismos y otras "aberraciones" propias del estilo modernista. En efecto, la prosa de Arlt se nos ofrece como un estilo en transición, desde la tendencia a la prosa poética y a las descripciones detalladas llenas de matices sensoriales típicas de la novela de la primera mitad del siglo XX, a una prosa directa de connotaciones en muchos casos escatológicas y despiadadas, rayanas con el mal gusto, más propias de la novela negra de la segunda mitad del siglo XX. En este contexto, destacan las descripciones en dos o tres pinceladas de los personajes, que invariablemente resultan animalizados. Estas micro-caricaturas reflejan en muchos casos la alienación de los individuos, su brutalidad y otros rasgos que potencian la sensación de deshumanización que encontramos en esta sociedad urbana donde los personajes se desenvelven.

Links:

La obra

perylit.files.wordpress.com/2006/12/arlt-roberto-los-siete-locos.pdf

Versión cinematográfica

 

siete locos

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola
Tiene usred conocimiento que Erdozain existió? Que Roberto Arlt pasara unos meses en Zapala (Pcia del Neuquén)..en un hotel...teniendo extensas extensa conversaciónes con Erdozain.. muchas gracias...

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