lunes, 11 de febrero de 2013

La gallina de los huevos de oro / un monólogo


«Re-cuerdos que no sois tales, notas desafinadas de esta canción, por favor, atendedme: si alguien quiere rebobinar la cinta y darle de nuevo al play yo se lo agradecería. Reproduzco la melodía perfectamente, me sé este papel de solista a la perfección, no en vano llevo años practicándolo. Paso de los aplausos iniciales, lo comprendo... Sin embargo ¿Donde está el auditorio?, ni os oigo ni os veo, ¿Acaso la hora de descanso se ha prolongado en exceso y soy el único al que no han avisado?. Necesito un ‘sol’ para empezar, ¿Alguien me lo puede alcanzar? ¡Por favor, ese foco!, ¿Podrían apartarlo de mi rostro unos momentos?, no puedo ver al público, me gusta observar sus reacciones, así voy dosificando la tensión hasta alcanzar el climax trágico, eso lo puedo hacer porque siempre actúo solo, pero... No entiendo porque hoy estáis tan silenciosos. ¡Hola!, ¿Hay alguien ahí?. No me lo puedo creer, es que todo lo malo me sucede a mí, he dicho que no a un trabajo que estaba de puta madre por este maldito monólogo y no hay nadie, ¡A la mierda con todo! ¡Las facturas hay que pagarlas! Y encima con esta pinta, que parezco una loca frente al espejo, sólo que con ese maldito foco de luz no veo mi reflejo. Debo tener un aspecto deplorable, estas pestañas postizas se están desprendiendo y el rimel se me ha corrido, bueno, es una innovación, la estética de lo decadente: ‘En el teatro abandonado el actor ensaya su monólogo’, no, ¡Ya está bien! Esto no me vuelve a suceder, desde hoy dejo la carrera de actor, ya me habían dicho que el amarillo da mala suerte, pero... No me imagino una gallina de los huevos de oro que no sea dorada, esta alegoría que no ha sido por falta de espectadores iba a ser un espectáculo delicioso, de verdad, primero presentaría el espectáculo de esta facha, hubiera sido un prólogo triunfal con streptease trans-sexual de aperitivo para empaté le bourgois y después me ocultaría unos instantes, para darle tiempo a los espectadores a recuperarse. Acto seguido hubiera tenido lugar el número de la gallina de los huevos de oro ¡COOO-CO-CO-CO-COOO! con lanzamiento de huevos al muñeco incluido. Empezaría yo mismo, elegiría a alguna impúdica señora de entre el público y le estamparía un huevo en plena cabeza ¡COOO-CO-CO-CO-COOO! Entonces los operarios de la sala hubieran repartido unas cajas llenas de aparentes huevos de oro para que ustedes se las lanzaran a la gallina esquizofrénico-cacareante y, es más, prometí no salir volando a las primeras de cambio, el espectáculo debía continuar un poco más, a través de una metamorfósis post-catártica, es decir, desde dentro del vientre putrefacto de la gallina de los huevos de oro surgiría un ave fenix plateado que sobrevolaría el escenario orinando sólo encima de las cabezas de los hombres calvos. Eso sí que sería orgásmico, ¿verdad? Pero claro para que sea un verdadero escándalo tiene que haber alguien que lo vea y que se escandalice y creo que aquí no hay nadie, sospecho que ni siquiera están los de iluminación, por mucho que les grito no apartan ese dichoso foco de mis ojos aagggghh! ¡COOO-CO-CO-CO-CO-COOOOO! ¡Por favor! Si hay alguien ahí que hable ahora o calle para siempre, que me voy, que me largo a otro teatro o mejor desisto, desde hoy asumo que soy un cero a la izquierda, sin gallina de los huevos de oro ni ovación. Bueno, vosotros os lo perdéis.»

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